martes, 12 de marzo de 2019




Simón,
la huella
del tiempo.





El Teatro y la Historia, 2013.





Asesoría en Historia:
Natalia Alfonsi.
Dirección: 
Viviana Ruiz
Dramaturgia: 
Guillermo Yanícola.















1

Lo primero que se ve es la cabeza de Falcón. La luz sólo ilumina su cabeza. Luego hay más luz y se lo ve de cuerpo entero. Luego más y se ve una mesa de trabajo con herramientas y trozos de madera, estantes con juguetes a medio hacer, y a Simón. Es la sala de una fábrica de juguetes.  

Falcón. (Se ilumina todo su cuerpo) Volví, rusito. Volví. Acá me tenés. Rusito de mierda. Porque sos un rusito de mierda. ¿Sabés? ¿Por qué no te volvés a Rusia? Sos una mierda rusa. Mierda rusa. Te venís a sacar el hambre con nuestras vacas. Y encima te quejás, y no sólo te quejás del país que te abrió sus puertas. Encima el rusito es un tirabombas. Un anarquista tirabombas. ¿O no? Todos los anarquistas son tirabombas. Todos los rusos son tirabombas. Pero la Patria es nuestra. Y va a seguir siendo nuestra. Siempre. ¿Me escuchás? Nuestra. De los argentinos. Siempre. ¿Me escuchás? ¿Me podés escuchar?
Simón. Claro que lo escucho coronel. 
Falcón. Ahora vamos mejor. Cada cosa en su lugar. ¿Qué es esto? ¿Dónde estoy? ¿Dónde estás? ¿En Rusia? ¿Qué mierda es este lugar? ¿Te volviste a Rusia?
Simón. Méjico.
Falcón. Méjico. Son todos indios acá. Una mierda. Todos la misma mierda. Los rusos y los indios. Pasamos de los malones indios a los malones rojos. Todos los rusos se van a Méjico. Escapan. Siempre escapando. Toda una vida escapando Rusito ¿No? ¿No te cansas? ¿No te cansaste? ¿No estás grande ya para seguir escapando?
Simón. Soy un hombre que construye juguetes, coronel. No escapo. Nunca escapé. No se puede escapar.
Falcón. Mentís. Y lo sabés.
Falcón en una reacción brusca, se toca la cara, como queriendo quitarse un insecto, luego se mira la mano. Busca pero no  tiene nada, no hay nada. Simón lo observa y sonríe.
Simón. No escapo. Escapé sólo cuando era cuestión de vida o muerte. Pero en lo esencial, no escapo. Como ahora. Que le hago frente, coronel Ramón Lorenzo Falcón, Jefe de la policía metropolitana de Buenos Aires. Milico. Milico de alma. Asesino de hombres desarmados. Asesino de obreros. Asesino por la espalda. Asesino.
Falcón le pega. Y tira la mesa, y con ella todas las pequeñas partes del juguete de madera que está armando Simón. Simón cae. La mesa derribada, las partes del juguete de madera esparcidas por el suelo.  
Simón. (Golpeado, sangrando) Ya lo ve: no escapo.
Falcón. Decís que no escapás, pero estás en Méjico. ¿A qué viniste? ¿A terminar tus días roñosos a este país roñoso? Son todos indios acá. Y rusos. No son argentinos, como nosotros. Son todos negros. Judíos. ¿De dónde venís rusito? ¿O naciste en Méjico vos?
Simón. (Limpiándose la sangre de la cara, reponiéndose del golpe, se pone de pie) Vengo de España.  
Falcón. A la mierda. ¿Sos un ruso de España?
Simón. Fui a luchar por la República.
Falcón. La República. ¿Y cómo te fue? Para el culo. ¿O no? ¿Todavía querés seguir? ¿Seguir luchando? ¿Por qué no aflojás? ¿Por qué no asumís que vencimos nosotros? ¿Sino por qué me tenés hoy acá? ¿Eh? ¿Qué vengo a hacer acá rusito? ¿A tu cabecita rusa? ¿No estás grande para seguir jugando con tus juguetitos? Es la hora de la verdad. De enfrentarte con lo que fuiste y con lo que sos.
Simón. Tal vez sea esa hora coronel. Ya soy un hombre grande. Me doy cuenta. Estoy un poco enfermo. Me cuesta respirar. Me duele el pecho, pero eso es así desde que tengo 14 años.
Falcón. Desde que tenías.
Simón. ¿Qué?
Falcón. Desde que tenías 14 años. Hablá bien carajo. Tanto tiempo hace que dejaste Rusia y todavía no aprendés el idioma.
Simón. Digo desde que tengo 14 años. Porque tengo 14 años desde entonces.
Falcón. Tenés la cabeza mal rusito. Me estás viendo. El tiempo pasó. El tiempo pasa. Y no vuelve. No se vuelve atrás. El tiempo va para adelante. El tiempo es un rey. El tiempo es el tiempo.
Simón. Coronel, esa es su concepción del tiempo, un tiempo lineal, un invento de la revolución industrial, muy conveniente a los fabricantes de relojes. Pero el tiempo es anárquico, no lo rige un patrón, lo de atrás está adelante y lo de adelante al medio, y lo del medio atrás, todo lo que pasará está pasando, lo que pasó pasará mañana, los hechos del futuro ya son desde el inicio. Todo suceso va y vuelve. Todo hecho desde que es ya no deja de ser. Todo puede mezclarse en un devenir aleatorio y azaroso y encontrarse el anverso de las noches en el reverso de los días.
Falcón. ¿Qué decís rusito? ¿Qué mierda es lo que decís?
Simón. Que el tiempo no existe, Coronel. El tiempo es un invento burgués.







2


Simón trabaja, concentrado. Da forma a un juguete con sus herramientas. Trabajo de carpintero pero con piezas muy pequeñas. Trabajo de relojero. Salvadora vestida de hombre, intenta hacerse pasar por un aprendiz, lo observa. Compenetrada en fingirse hombre. Observa a su alrededor. Simón la observa. Salvadora lo observa. Le sonríe. Simón la observa en silencio. Parco, serio. No le devuelve la sonrisa. Vuelve a su trabajo. Salvadora habla para darle charla.

Salvadora. ¿Así que acá es dónde trabaja? ¿Me va a enseñar? ¿No?
Simón. (Simón la observa, se toma su tiempo y luego contesta) Acá es dónde trabajo. Le voy a enseñar. Sí. Por supuesto. Para eso lo asignaron como aprendiz. Vea, primero: las preguntas las hago yo. Segundo: si a pesar de eso quiere hacer una pregunta, que sea una pregunta razonada. No una pregunta idiota. Ejerza su derecho a pensar. Su libertad de pensamiento. No pregunte si ya sabe la respuesta.
Salvadora. Disculpe. Pregunté por preguntar, para hablar de algo…
Simón. Ahorre saliva. No hable de más. Acá no vamos a hablar por hablar. Acá si pregunta es para aprender. Si va a ser mi aprendiz empiece aprendiendo eso.
Salvadora. Discúlpeme señor Brandisky.
Simón. Brandsky.
Salvadora. Sí. Eso. Brandsky. Simón ¿no? Simón Brandsky... Zawot. Dos apellidos. Polaco, según me dijeron…
 Simón sigue trabajando como si no la escuchara. Ella se siente ansiosa por empezar a trabajar. Se quita el saco. Lo apoya sobre la mesa de trabajo. Simón la observa. Salvadora retira el saco. Lo pone en el piso. Lo quita. Lo sostiene. Se lo vuelve a poner. 
Salvadora. ¿Y me va a empezar a enseñar ahora? Porque yo estoy listo para empezar. ¿Cuándo voy a trabajar yo? (Pausa, espera una respuesta que no llega) Está usted ahí trabajando y no me dice nada. ¿Me va a enseñar? ¿Tengo que esperar? ¿Empiezo mañana? ¿Me voy? Me voy. Vuelvo mañana. ¿Vuelvo mañana y me enseña? ¿O me quedo? ¿Me quedo y me enseña ahora? (Durante todo este texto se pone y saca el saco reiteradas veces)
Simón. Tengo un imán. Los atraigo. Soy un atractor de idiotas. Deje tranquilo ese saco. Démelo. (Salvadora le da el saco. Simón lo pone junto al suyo en un cajón. Luego le da un delantal de trabajo.) Escuche atentamente, vamos a empezar a aprender. Un hombre debe tener con qué sostener sus palabras. ¿Se da cuenta? Es muy fácil hablar. Eso es fácil. Cualquiera habla. Lo que un hombre debe hacer es sostener con hechos lo que dice. Y más, sostener con hechos lo que piensa. Ser coherente. Digno. A pesar de todo. A pesar de las adversidades. No se debe luchar con la adversidad. La adversidad es una consecuencia de la lucha. 
Salvadora. (Distraída con el juguete que estaba armando Simón) Pero… ¿todas estas maderitas?
Simón. ¿Me escucha?
Salvadora. Si es que no sé cómo hace para poner todas esas piezas de madera, esas maderitas y que quede bien.
Simón. Primero, está usted mal ubicado. Para trabajar con las piezas de madera, tiene que empezar por pararse bien. Usted es muy mozo, y este es un trabajo de hombres. Tiene que pararse como un hombre. ¿No puede pararse como un hombre?
Salvadora. Como un hombre. ¡Claro! ¡Por supuesto!
Simón. Vamos. Y sáquese el sombrero.
Salvadora. No. El sombrero no me lo puedo sacar.
Simón. Sí, se lo tiene que sacar. Acá adentro sin sombrero.
Salvadora. No. El sombrero no.
Simón. Deme eso.
 (Forcejean, Simón logra sacarle el sombrero, y queda a la vista el cabello largo y rojo de Salvadora, que delata su condición de mujer, Simón observa perplejo.)
Salvadora. Me puedo parar como un hombre si quiero.




3

Falcón. ¿Por qué estoy en tu cabeza, rusito? ¿Si no tenés culpas ni miedo? ¿Si no te querés escapar de tus miedos ni huir de tu culpa?
Simón. Coronel, dejemos eso ahí. Sólo asumamos lo que está pasando. Asumamos esta realidad. Este presente.
Falcón. Vos me ves y yo te veo, esa es la realidad. Ese es el presente. Y me ves, porque no podés olvidarme, porque todo lo que hiciste y todo lo que hacés me trae a tu cabeza.
Simón. Coronel…
Falcón. Ni siquiera sé tu nombre, rusito, y sin embargo te conozco, desde hace mucho, desde siempre, te conozco desde que fui nombrado jefe de la Policía de Buenos Aires, te conozco desde que en La Plata fundé el club Gimnasia y Esgrima, te conozco desde que fui elegido Diputado Nacional, desde que fui nombrado coronel después de batallar junto a Roca en la campaña del desierto, y desde que ingresé…
Simón. Me acaba de describir su carrera en orden exactamente opuesto a los acontecimientos. Ya ve coronel, que el Tiempo se mueve de modo caprichoso.
Falcón. Usted, rusito, usted y todo este asunto del tiempo, no me van a hacer flaquear. Puedo estar acá sin saber, sin saber dónde mierda estoy ni cómo vine a parar acá. Puedo  sentirme un poco aturdido quizá. (La mosca invisible lo ataca de nuevo) Pero nadie me  verá temer, nadie me va a derrotar, nada me puede vencer, ¿sabés porqué? porque soy un soldado de la Nación, un egresado del Colegio Militar.
Simón. ¡Es verdad! Ese colegio que fundó Sarmiento, además de haber fundado la escuela pública y el zoológico de Buenos Aires. Ahí, al menos, a las bestias las encierran. Pero usted anda suelto, coronel, y tiene el raro privilegio de ser el primer milico argentino, el primer cadete egresado del Colegio Militar de la Nación, ¿no es verdad?
Falcón. ¿Cómo sabés que fui el primer cadete rusito? ¿Cómo sabés tanto de mí?
Simón. No se inquiete coronel.
Falcón. No me inquiete las pelotas. Contame rusito, decime, ruso de mierda, ¿de dónde sacaste esa información? ¿Quién te la dio? ¿Algún sindicalista? ¿Algún otro ruso anarquista como vos? ¿Algún tehuelche? ¿Un huelguista? ¿Un ranquel? ¿Un socialista? ¿Un periodista? ¿Un indio de Pincén?  ¿O uno mejicano? ¿Qué hacés en México?, ¿Cómo llegaste acá? ¡Contestame mierda!
Simón. Ya le dije coronel, llegué hace unos años de España, fui allí a combatir por la República.
Falcón. Seguí, desembuchá. Seguí contándome. Contame ruso cagón.
Simón. Combatí allí luego de mi exilio en Uruguay.
Falcón. Seguí ruso de mierda, seguí adelante.
Simón. Querrá decir atrás coronel, no se da cuenta que me opongo a las agujas de su reloj, de ese reloj recto, derechito, industrial. Ese reloj suyo, que va siempre para adelante. Ese reloj aliado del progreso. Mi relato nada tiene que ver con el progreso. No va siempre hacia adelante. O quizá el adelante en mi relato no siempre es el futuro. El tiempo se mueve a su antojo.  
Falcón ¡Contá ruso! ¡Dejate de esas mierdas del tiempo y contá que hiciste después de estar en Uruguay!
Simón. Ya le conté lo que hice después coronel, fui a España a combatir. No se pierda. Es tan elemental su linealidad. El tiempo no es lineal coronel, el tiempo es anarquista.
Falcón. No me nombres a esos sucios indios rojos. ¿Qué pasó después? (la mosca lo ataca de nuevo)
Simón. Antes coronel, no después. La palabra es antes. Antes de mi exilio en Uruguay, antes de que Irigoyen diera el indulto a los presos políticos en el 30. Antes de convertirme en una especie de paladín de la clase obrera cuando me liberaron, antes de indultarme pero sin permitir que me quede en Argentina, antes, coronel, de que eso fuera el motivo por el que me fui a Uruguay, antes y no después, estuve preso en Ushuaia, un tiempo, sólo un tiempo. Veinte años. Veinte años en la cárcel de Ushuaia coronel, ese es casi el inicio de mi historia, que cuento ahora al final. Veinte años me sirvieron para reflexionar acerca de esta mierda del tiempo, como usted dice. Esta mierda del tiempo que no pasa, que se detiene, que va hacia atrás, que vuelve, que me hace regresar siempre a ese mismo pozo frío y oscuro. Cagado a palos. Esta mierda de tiempo por la que vuelvo siempre a Ushuaia coronel, no puedo dejar de estar en Ushuaia ni un segundo. No podré nunca dejar de sentir los golpes, las heridas, los cortes, las vejaciones, el hambre, las torturas, los carceleros bajándome los pantalones. Son cosas que no se olvidan, coronel, instalan otro tiempo en el cuerpo, un tiempo diferente al de su reloj mecánico, que siempre va para adelante, que es sólo una cuerda que se tensa y afloja, igual a la de los juguetes que fabrico. Su reloj marca un tiempo mecánico, de juguete, sin vida, que avanza. El tiempo del que yo le hablo es un tiempo vivo, humano, que va y vuelve, que viene y va. En ese tiempo estoy aún en Ushuaia, ahora y siempre; y también estoy acá en México con usted; y en España; y en Uruguay; y en… coronel ¿le pasa algo? ¿Le sigo contando? ¿Me escucha? (Falcón ni lo escucha atacado por varias moscas imaginarias)


4

Salvadora. Antes de irme, permítame decirle el motivo de mi intrusión.
Simón. Ya se lo pedí dos veces: váyase.
Salvadora. Estoy buscando a un hombre. Un revolucionario. Un anarquista.
Simón. ¿Acá?
Salvadora. Se rumorea que está en Méjico. De incógnito. Simón Radowitzky. ¿Lo conoce? ¿Conoce la historia? Estuvo preso 20 años en la cárcel de Ushuaia, en Argentina. ¿Se imagina lo que debe ser eso?
Simón. Puedo darme una idea. Ahora váyase.
Salvadora.
"Simón, la fe no desmaya
y el pueblo sí que resiste
te ha de sacar, Radowitzky,
de las mazmorras de Ushuaia."
Los payadores compusieron estrofas en su honor. Estoy investigando su vida. Soy periodista. Mi intención es hacer una biografía. Hoy nadie se acuerda de él. Pero fue un símbolo de la lucha de la clase obrera, durante muchos años. ¿Usted también es argentino?
Simón. ¿Tengo acento argentino?
Salvadora. Un poco. Sudamericano. Uruguayo no es. Me daría cuenta.
Simón. ¿Por qué?
Salvadora. Porque soy uruguaya. Y detecto el acento a miles de kilómetros.
Simón. Sabe, usted me hace acordar a alguien. Así, pelirroja como usted. Ahora váyase.
Salvadora. ¿Nos conocemos?
Simón. No. No es usted definitivamente. Usted no había nacido cuando la conocí.
Salvadora. Parece que son recuerdos intensos los que despierto.
Simón. Tal vez. ¿Todavía está acá?
Salvadora. Ah. No me presenté no le dije mi nombre. Soy Salvadora.
Simón. Salvadora. No puede ser.
Salvadora. ¿Qué?
Simón. Se llama igual que ella.
Salvadora. ¿Ella? Ahá. Así que sí hubo algo intenso. Bien. Entonces… (Comienza a irse, Simón la detiene con el próximo texto)
Simón. (Interesado en que ella no se vaya) Porque no me cuenta de ese… anarquista.
Salvadora. Simón Radowistky. ¡Qué casualidad! Usted también se llama Simón, igual que él.
 Simón. ¿Rado…qué?
Salvadora. Radowistky. Si vive debe tener aproximadamente su edad. Tuvo una vida muy dura. Lo más probable es que esté muerto.
Simón. Lo más probable. (Toca madera sin que ella lo vea) ¿Y cómo es la historia de ese…?
Salvadora. Radowitzky. Acá tengo mis notas. (Saca un cuadernito con sus notas.) Mire. Era hijo de una familia obrera y judía de la ciudad rusa de Ekateri…
Simón. Ekaterinoslav. (Simón lo dice sin titubear y luego disimula, finge haberlo leído del  cuadernito)
Salvadora. A los 10 años dejó la escuela y… ¿le interesa? (Simón la observa, embelesado, le observa el cabello rojo)
Simón. Sí, discúlpeme, me distraje por un momento. Siga por favor.
Salvadora. (Simón sigue embelesado, sólo presta atención al final de este parlamento) Le decía que dejó la escuela y empezó a trabajar como herrero; la hija de su maestro lo inició en el anarquismo. Cuatro años más tarde, ingresó en una metalúrgica; en una manifestación reclamando una reducción en la jornada laboral, fue herido por un sable cosaco, que lo confinó en cama durante seis meses...
Simón. ¿Un sable? ¿Seis Meses? ¿De dónde sacó esa información?
Salvadora. No voy a revelarle las fuentes. ¿Por qué duda usted? ¿Dice que no fue un sable? ¿Usted sabe algo? ¿Lo conoce a Radowistky? ¿Usted es periodista? ¿Lo vio alguna vez? ¿Está en Méjico no? Está en Méjico, lo sabía.
Simón. Es usted muy bella salvadora. (Pausa) No. No me malentienda. No tengo esas intenciones. Es que me recuerda mucho a otra Salvadora que conocí hace años en Uruguay.
Salvadora. ¿En Uruguay? ¿Entonces estuvo usted en Uruguay? ¡Ahá!… por eso yo detecté un acento… sudamericano. ¿Es argentino?
Simón. ¿No escucha mi acento? ¿No sabe ya que soy Polaco?
Salvadora. Sí, pero tras ese acento polaco hay algo de sudamericano. No lo sé. En la forma. En las maneras. Ahora que me dice que estuvo en Uruguay se explica. ¿Cómo fue que estuvo en mi país?
Simón. Es una historia irrelevante, fue sólo uno o dos días… el barco… pasó primero por ahí antes de venir a Méjico.
Salvadora. Usted me subestima. Es cierto que soy joven, inexperta, que cometí la torpeza de meterme en su fábrica haciéndome pasar por un hombre, pero ¿Que el barco que lo trajo de Polonia a Méjico pasó primero por Uruguay? ¿Cómo le parece a usted que puedo llegar a creer semejante mentira?
Simón. Yo…
Salvadora. Vamos. Dígame la verdad. Estuvo en Uruguay.
Simón. Sí.
Salvadora. Usted es anarquista.
Simón. Sí.
Salvadora. Luchó por los derechos de los obreros.
Simón. Sí.
Salvadora. Lo sabía.
Simón. Sí.
Salvadora. Lo descubrí.
Simón. Sí.
Salvadora. Usted es…
Simón. Sí.
Salvadora. Souchy Bauer, el libertario.
Simón. No.
Salvadora. Claro que sí, no diga que no, está acá haciéndose pasar por un constructor de juguetes, cuando es un libertario amigo y compañero de lucha de Radowistky. No lo niegue más.
Simón. No.
Salvadora. Admítalo, Souchy. Ya lo descubrí. Ahora, dígame: ¿Simón Radowistky vive? ¿Dónde está? ¿Está en Méjico? ¿Puedo verlo?
Simón. En este mismo instante.
Salvadora. ¡Conteste! ¿Cómo en este mismo instan…? (Breve pausa, ella comprende) ¿Qué? ¡Ahhh!
Simón. No fue con un sable cosaco. Ni fueron seis meses. Fue un disparo en el pecho. Y fue un año de convalecencia. 
Salvadora. ¿Usted? ¿Usted es Simón…? ¿Qué edad tenía cuando pasó eso?
Simón. 14 años. Todavía me duele el pecho. Y todavía tengo 14 años.
Salvadora. Recibió un balazo en el pecho y sobrevivió. Eso pasa una sola vez en la vida. Qué afortunado fue usted.
Simón. A mí me pasó dos. Dos veces un arma se disparó sobre mi pecho y dos veces sobreviví. No sé si afortunadamente. 
Salvadora. ¿Dos veces? Esa fue la primera vez ¿Cuándo fue la segunda?
Simón. Tiempo al tiempo. 




5

Simón. ¿No dice nada su cuaderno de apuntes acerca de la semana roja?
Falcón. La llamaron la semana roja por los rusos, por los anarquistas, por los rojos.
Simón. No siento culpa. 
Salvadora. ¿Con quién habla?
Simón. La llamaron la semana roja por la sangre.
Falcón. No existe la culpa.  
Salvadora. ¿Con quién habla? ¿Simón?
Simón. Busque. Busque en su cuaderno.
Falcón le pega otra vez a Simón, que cae al suelo muy golpeado, apaleado. Salvadora observa atónita.
Salvadora. Simón. ¿Está bien? ¿Se tropezó?
Simón. Busque. Busque. Yo no escapo coronel. No escapé nunca. No hay culpa. Sólo hechos. 
Salvadora. ¿Con quién habla?
Simón. Busque: La semana roja.
Salvadora. No tengo que buscar sobre la semana roja: sé muy bien lo que pasó. Y usted también Simón. ¿Para qué vamos a hablar de algo que ya sabemos?
Simón. (Falcón, invisible para Salvadora, golpea fuertemente a Simón que cae extenuado por los golpes. Casi en secreto le dice a Salvadora:) No todos aquí sabemos todo lo que pasó. Cuéntelo, por favor. (Salvadora comprende, Falcón golpea otra vez a Simón)
Salvadora. Buenos Aires. Primero de mayo de 1909. Ese día ocurre la más grande tragedia obrera hasta ese momento en la Argentina. La policía montada al mando del comisario Medrano, después de que sonara el clarinazo de ataque ordenado por el propio coronel Falcón, se lanza sobre las columnas obreras en Plaza Lorea. Parece una estampa de la Rusia imperial cuando los cosacos atacaban concentraciones de famélicos proletarios en San Petersburgo o en Moscú.
Falcón. ¡Esos malones rojos!
Salvadora. En la historia de las represiones obreras, la del coronel Falcón fue una de las más alevosas y cobardes. En un primer momento se cuentan treinta y seis charcos de sangre. Para explicar el drama, el militar usará el argumento que todavía hoy se emplea en la Argentina:
Falcón. ¡Fue culpa de los agitadores!
Simón. No existe la culpa.
Falcón. Rusos de mierda. Vuélvanse a su país.
Salvadora. Seguirán días de paro general proclamado por la FORA, Federación Obrera República Argentina, que tendrá un desarrollo muy violento. En esos días continuará la brutal represión y se seguirán sumando los muertos. Los obreros no se rinden porque:
Simón. (Luego se sumará Salvadora y terminan diciéndolo al unísono:)
"Los tiempos ya terminaron
en que hubo feudales bravos
que agarraban a los esclavos
y fiero los azotaron
¡Hoy no! Ya se rebelaron,
Y ese hombre hoy, febril y ardiente
cuando ve que un prepotente
burgués quiere maltratarlo:
cara a cara ha de mirarlo,
cuerpo a cuerpo y frente a frente!"

Simón.  (A Salvadora) Yo estuve ahí. Yo vi morir a esos hombres.
Falcón. De ahí te conozco rusito. De ahí nos conocemos. Volví rusito volví. (Le pega)
Simón. No coronel, yo estuve ahí, pero usted no me vio. Salvadora, ahora lea que pasó en noviembre del mismo año…
Salvadora. No necesito leerlo. 14 de noviembre de 1909.
Simón. …El tiempo... no es lineal…
Salvadora. Un joven obrero metalúrgico, judío, de apenas 18 años.
Simón. …desde entonces tengo 18 años…
Salvadora. Esperará al coronel Falcón en la zona del cementerio de la Recoleta. Es una apacible mañana de domingo.
Simón. …el tiempo va y viene coronel…
Salvadora.  Apostado en la vereda de Callao y Quintana, el joven ve acercarse el vehículo.
Simón. …el tiempo…es anárquico…
Salvadora. Después y sólo después el joven Simón intentará suicidarse disparándose en el pecho.
Simón. ¡Viva el anarquismo!
Salvadora. La bala sólo rozó su pecho, sobrevivió a su propio disparo. ¡Dos veces en su vida sufrió disparos en el pecho y dos veces sobrevivió!
Simón. ¡Tiempo al tiempo!
Salvadora. No hay culpa. Sólo hechos.
Simón. La culpa no existe.
Falcón. Entonces si no tenés culpa y sentís que obraste con corrección ¿porqué el fantasma de este milico atormenta tu cabeza, se mete en tus pensamientos al final de tus días?
Simón: ¿Cómo sabe que usted es mi fantasma? ¿No pensó que tal vez sea al revés? ¿Porqué debe ser usted mi fantasma? Tal vez yo sea el suyo. Tal vez todo esto que pasa, pase en su cabeza y no en la mía.
Salvadora. (Por primera vez ve a Falcón y se dirige directamente a él, todo se vuelve extraño) ¿No pensó eso coronel? ¿No le parece raro que yo le hable? ¿No puede ver que somos sus fantasmas?
Simón. ¿Pensó que no habría consecuencias después de haber mandado a asesinar a aquellos obreros por la espalda el primero de mayo?
Falcón. Pasaron muchos años ya.
Simón. No coronel. Fue hace unos meses. El tema es el tiempo, siempre es el tiempo. 
Salvadora. Ahora es noviembre. Una apacible mañana de domingo. Y usted está volviendo en un vehículo del cementerio de la recoleta. Cuando un rusito cagón corre hacia el carruaje, pero usted no puede verlo.
Simón. ¿Comprende coronel? ¿Ahora comprende adónde nos lleva todo esto?
Falcón. Era previsible.
Simón. Sí. Pero no se la esperaba. Usted dijo Sé que los anarquistas me tienen una bomba reservada” para compadrear desde las páginas de La Nación. Pero su soberbia no le permitió pensar que alguien se animase. Que algún rusito loco se fuera a animar.
Falcón. Ni yo ni ellos podemos cambiar.
Simón. Eso es verdad.
Falcón. Pero vos rusito, te conozco rusito vos ¿quién sos? ¿Quién carajo sos?
(Se oye un clamor popular de manifestación, como surgido de improvisto, deux ex machina que asciende hasta el final, y sigue durante el apagón.)
Simón. Yo soy ellos, coronel.
Salvadora. Ahora y sólo ahora y siempre ahora y siempre es la apacible mañana de domingo del 14 de noviembre de 1909. Cerca del cementerio de La Recoleta. Un joven obrero metalúrgico, judío, espera apostado en la vereda de Callao y Quintana, al acercarse el vehículo que transporta al coronel Falcón, el joven Simón, de apenas 18 años, se dirige raudamente hacia él e imprevisiblemente le arroja una bomba casera en la cara. Ramón Lorenzo Falcón, el orgulloso militar argentino, todo un símbolo para los hombres de uniforme, el cadete número uno recibido en el Colegio Militar creado por Sarmiento, estalla. Vuela por los aires. Muere de esquirlas de vidrio y clavos en su cara. Muere de una pierna destrozada. Muere de una forma de ver la patria. Muere de campaña del desierto. Muere de policía metropolitana. Muere de convertirse en avenida. Y en el delirio previo a su muerte, sin nada más que fiebre, su cerebro esquirlado de pro hombre de la Nación, su cabeza llena de moscas de hierro molestas como esquirlas, imagina a su verdugo ya grande, en una fábrica de juguetes en Méjico acompañado de una mujer llamada Salvadora, tal vez también imaginada. (En este último fragmento de texto y sólo ahí, mira directo al público)
Mientras Salvadora narra lo anterior Simón termina de armar el juguete que estuvo armando durante toda la obra, que no es otra cosa que el vehículo que conducía a Falcón en miniatura. El vehículo de repente estalla, Falcón siente un mar de insectos en la cara y se derrumba moribundo. Apagón lento sobre la acción: Salvadora mirando al público, Falcón retorciéndose de dolor en el piso, y Simón a punto de dispararse en el pecho. Justo al iniciar el apagón salvadora termina con el último texto, casi susurrado, y directo al público, las últimas palabras se escuchan casi en total oscuridad: 
Salvadora. Ahora y sólo ahora y siempre ahora y siempre es la apacible mañana de domingo del 14 de noviembre de 1909…

Apagón penumbra.

Texto en off en apagón, sobre el clamor popular:
Compañeros anarquistas y trabajadores de la Argentina: Estoy libre. Soy de nuevo hombre entre los hombres. De mis 20 años sufridos y resistidos como anarquista en el horrible Presidio Argentino ya habrá tiempo de hablar. Esto fue un accidente común en la vida de todo revolucionario. Ahora sólo quiero decirles, como mi mejor saludo a los compañeros y los proletarios del mundo, que mi Anarquismo que no se dobló en la cárcel, se afirma hoy más fuerte que nunca en la libertad, porque yo sé que esta libertad mía no significa la libertad del Pueblo, esclavo siempre de la tiranía burguesa. Para abolirla en toda la tierra estaré siempre entre vosotros.
Un abrazo de vuestro hermano
Simón Radowitzky.
Montevideo, 19 de mayo de 1930.

Fin.


Guillermo Yanícola, Mar del Plata, Septiembre 2013, revisada 2014.

domingo, 4 de junio de 2017

VIDEO:
CAMINAT
Espacio La Bicicleta,
Mar del Plata,
Marzo 2014
Realización de video: Julián Gil.


Caminat
melodrama en un acto.
duración: 80 minutos.

Elenco (orden alfabético):

El del banco…………………. Juan Martín Borges
La del bastón……………….. Verónica Borrajo
La que busca a Juan……… Georgy Burgos Funes 
La del impermeable…….. Sonia Calvo
La que siempre camina… Marina Carimatti
La que busca a Marco….. Gisela Cerro 
La del bebé………………….. Florencia Curiuni
La que baila…………………..Jimena Delbuono
La embarazada……………… Soledad del Río
El que estuvo aquí antes.. Nicolás Fariña
La de la botella……………… Agustina Forace
La de la planta………………. Sabrina Gil
La que reza……………………. Viviana Inga
El de la maqueta……………. Marcelo Marastoni
El que no lleva nada………. Federico Martinetti
La que roba ropa……………. Marina Magalí Pérez
La que habla del aroma….. Andrea Rodriguez
La del pan………………………. Nilda Rodriguez
El de las cartas………………..Gustavo Vera

Música: Fragmentos de la sinfonía número 3 de Henryk Górecki.

Textos: de los actores, del director, de Rafael Alberti, Poldy Bird, Dante Alighieri,
Enrique Santos Discépolo, Marcela Serrano, José Sbarra, Dante Gabriel Rossetti.

Dramaturgia y Dirección: Guillermo Yanícola.

Trabajo resultante del taller cómo se arma la cosa 2013.


Estrenada el 20 y 21 de diciembre de 2013 en el espacio La Biciclet Falucho 4466 Mar del Plata. 

viernes, 17 de marzo de 2017

Saldungaray 1938.





Estrenada en diciembre 2010, con dirección de Guillermo Yanícola, en el Club de las Artes, OAM, Mar del Plata. 
Trabajo resultante del taller Cómo se arma la cosa 2010.


Personajes y elenco de la puesta original.

Alma: Sol Coronel (estreno) / Mariela Usabel (funciones posteriores)
Dolores: Karina Dottori
Fermina: Elisabeth López
Gloria: Carla Areta
Gracia: Abril Grotadaura
Marta: Clara Morlans
Rosa:  Claudia González





Un depósito de almacén. Hay trastos arrumbados, bolsas de arpillera llenas de granos, fiambres colgando del techo.

Mientras el público ingresa a la sala, se ve al fondo, sobre la derecha de la escena, un cadáver tirado.


INICIO: 

Apagón.



1. 

Luz tenue. El grupo de siete mujeres de espaldas al público, rodeando un cadáver que yace en el piso.

Marta. ¿Cómo terminamos con un cadáver en el depósito de Jorge? Somos mujeres de fe. ¿Cómo llegamos a esto?

Fermina. No sé. No sé. No sé pero sabía. Sabía pero me olvidé.
Es que me olvido. Me olvido de todo. Eso recuerdo.

Alma. Recuerdo. Yo también recuerdo que olvido.

Gloria. Recuerdan que olvidan. ¿Es lo único que recuerdan?

Rosa. Es lo primero que recordamos. No es mucho. Pero ya es algo. Es un principio.

Gracia. Un principio ya es la mitad de algo.

Dolores. Recuerdo que comenzamos a olvidar. No sé cómo, ni porqué. Pero de un momento a otro, un día, empezamos a olvidar, a olvidarnos de todo.  

Marta. Recuerdo la primera vez que vinimos al depósito de Jorge. Fue hace unos días. El martes. ¿Se acuerdan?

Baja la luz. Se ve en contraluz a las siete mujeres arrastrando el cadáver, en lenta procesión, hasta que salen.


2.

Luz. Desorden. Bullicio. Entran todas menos Alma. Las seis mujeres hablan a la vez, casi a los gritos. No está el cadáver de la escena anterior.

Marta. Años, años que vivo en Saldungaray y jamás pasó una cosa así.

Rosa. Somos las damas de la Parroquia ¿cómo pueden hacernos esto…?

Gracia. Para mí fue culpa de este cura. Antes con el padre Luis era mejor…

Fermina aparta a Gracia del grupo, bullicio.

Fermina.  Callate Gracia. Te callás. (Le da con la biblia en la cabeza)

Dolores. Tenemos que mantenernos unidas, lo importante ahora es recuperar la salita.

Gloria. No podemos reunirnos acá, my darling, abajo del salchichón. ¡Acá está lleno de fiambres! Yo no sé cómo podés vivir acá…

Marta. Esta no es mi casa. Es un depósito. Es el depósito del almacén de Jorge. Mi marido. No te metas con mi vida.

Bullicio.

Fermina. (Se aparta del grupo, toma su biblia y dice un Texto bíblico, que se impone sobre el desorden)

Se calman.

Fermina. Reflexionemos muchachas.

Gloria. ¿So what? ¿Nos vamos a reunir siempre acá?

Dolores. ¿Alguien sabe por qué estaba cerrada la salita?

Gracia. No. Llegamos y estaba cerrada con llave.

Gloria. ¿Por qué el padre nos dejaría afuera de nuestro centro de reunión? No hay que olvidarse que hace más de seis años que vamos a la salita todos los martes y los sábados.

Fermina. De tres a siete menos cuarto.

Gloria. O clock.

Rosa. Con todo lo que hicimos por el pueblo.

Marta. El mondongo del veinticinco de mayo.

Dolores.  ¿Quién lo organizó?  

Todas: El grupo de Damas Parroquiales.

Gloria. ¿Y el Via Crucis? ¿Quién lo organizó?

Todas: El grupo de damas parroquiales.

Gracia. ¿Y la lotería para el día del niño quien la organizó?

Todas: El grupo de damas parroquiales.

Rosa. Hay que tomar medidas ya.

Todas.

Rosa. No podemos quedarnos sin hacer nada.

Todas. No.

Rosa. Hay que averiguar ya mismo qué fue lo que pasó.

Todas. Sí.

Marta. El padre va a tener que dar explicaciones.

Gloria. En un rato volvemos con la salita recuperada.

Aplausos.

Comienzan a salir; entra Alma, cargada de equipaje.

Rosa: ¡Miren quién ha vuelto al pueblo!

Gloria: ¡Bienvenida!

Salen Rosa y Gloria, luego salen Fermina y Gracia, luego Dolores, quedan sólo Marta y Alma.

Se miran, Alma con ojos tristes, de haber llorado. Marta avanza, le acaricia la cara.

Marta. Sos como la hija que nunca tuve.

La besa en la frente, se abrazan, van saliendo hacia la casa de Marta.

Alma. Marta, ¿Me puedo quedar unos días acá?  

Marta. Sabés que sí.

Salen.

Baja la luz.


3.

Luz. Están sólo Marta y Fermina. Entra Dolores. Camina muy débil y lentamente, con un paso ridículo e interminable. Finalmente parece haber llegado a su lugar, suspira. Fermina y Marta accionan. Sorpresivamente Dolores comienza otro trayecto. Finalmente llega a un lugar y descansa.

Dolores. ¿No llegaron?

Marta. No.

Entra Alma.

Marta. ¿Encontraste todo?

Alma. Si. Gracias Marta.

Fermina secretea con Marta.

Marta: Yo la invité.

Dolores camina muy lentamente hasta la ventana. Marta va en su ayuda, se genera un aparte para Fermina y Alma.

Fermina. ¿Qué hacés acá?

Alma. Nací acá.

Fermina. ¿Por qué volviste?

Alma. Porque me fue mal.

Fermina. Te callás la boca.

Alma. Yo no me callo nada.

Fermina. Me arruinás la vida. No se te ocurra contar nada.

Alma. ¿De qué hablás?

Fermina. Sabés de qué te estoy hablando.

Alma. No. No sé.

Fermina. Sos la única que lo sabe.

Alma. ¡Ah..! ¿De qué tenés miedo? ¿Qué pasaría con tu Biblia si yo hablo?

Fermina. No me hagas eso. Esto es algo que el pueblo necesita. O tiene fe o tiene miedo.

Alma. Como vos.

Fermina. Por favor… 

Alma. Yo no soy como vos. No voy a decir nada.

 Marta las descubre y trata de entender la conversación, Fermina disimula, silencio incómodo prolongado.

Fermina. ¿No vieron a Gracia? Gracia, la huérfana que estoy… Ella a veces es terrible. A veces se escapa. A veces lee mal. Y yo le digo y le repito. Y no lo aprende. Y llega el momento de la misa y no lo sabe…

Marta. Yo tampoco sé leer. Me lee todo Jorge. Me lee los salmos. A veces me parece que algunos los inventa. Me lee todo. Me lee el precio de la bondiola y yo lo recuerdo. Me lee el precio del salame y me lo acuerdo. Si querés te puedo recitar completa la lista de precios de los fiambres, de memoria. Jamón crudo: tres con veinticinco, jamón cocido: dos con veinte…

Entra Gracia.

Fermina: ¡Gracia!
Fermina: los siete espíritus de dios:
Gracia: las perfecciones de la divinidad.
Fermina: Los siete candeleros de oro:
Gracia: la perfección de la luz y la verdad y del testimonio dado por Cristo.
Fermina: Las siete estrellas: 
Gracia: la perfección en el gobierno y la supervisión.
Fermina: Las siete lámparas:
Gracia. la perfección en la iluminación del Espíritu.
Fermina: Los siete sellos:
Gracia: la perfección de seguridad y autoridad.
Fermina: Los siete cuernos:
Gracia: la perfección del poder divino.
Fermina: Los siete ojos:
Gracia: la perfección del discernimiento.
Fermina: Las siete trompetas:
Gracia: la perfección de jurisdicción.
Fermina: Los siete truenos:
Gracia. la perfección del juicio.
Fermina: Las siete plagas:
Gracia: la perfección de la ira divina.
Fermina: Las siete copas: 
Gracia: la perfección de la destrucción.
Fermina: Los siete montes:
Gracia: la perfección del poder terrenal.
Fermina: Los siete reyes: 
Gracia: la perfección de la… de la… realeza terrenal.

Fermina con un gesto la reprueba y la hace salir de allí, cuando está por salir irrumpe Marta, Gracia se detiene.

Marta. Salame de milán, dos cuarenta, mortadela, uno con ochenta, cantimpalo, dos sesenta...

Fermina repite el gesto a Gracia, vuelve a intentar irse y entran Gloria y Rosa, Gracia se queda a un costado, gran escándalo de Gloria.

Gloria. Is so bad. No pueden hacernos esto. Oh my god.

Marta. ¿Que dijo el padre?

Rosa. La salita no la tenemos más.

Fermina. ¿Por qué?

Rosa: Hasta que terminen las obras.

Gracia. ¿Qué obras?  

Rosa. Las obras del cementerio. Le dieron nuestra salita al arquitecto, para que guarde sus cosas y se aloje ahí.

Gloria. Al arquitecto, nada más y nada menos, a ese arquitecto que le oculta al pueblo, a nuestro pueblo de Saldungaray, a nuestra people, qué es lo que está construyendo. Pregunto: ¿Alguien sabe cómo va a quedar el cementerio nuevo?

Todas: No.

Gloria. ¿Alguien puede acercarse, si lo desea, a ver cómo va la construcción?

Todas: No.

Gloria: ¿El arquitecto informó al pueblo de qué se trata su obra?

Todas: No.

Gloria: ¿Por qué? Porque este arquitecto caprichoso no permite que ningún habitante del pueblo sepa lo que está haciendo con NUESTRO cementerio.

Marta. No suelta prenda. No dice nada. Nos tiene a todos en ascuas. No puede jugar así con nosotras, con nuestra ansiedad, con la curiosidad natural de todo el pueblo.

Rosa. Si, y en nuestra salita duerme, come, trabaja, estudia los planos y dirige la obra.

Gloria. Ese arquitecto está apañado por el gobernador. El mismo gobernador que quiere prohibir la venta de alcohol después de las nueve de la noche.

Marta. Qué retrógrado.

Gloria. Y a este arquitecto, a este arquitecto de… pacotilla el padre le ha dado nuestra salita. ¡Es indignante!
  
Dolores. Ahora que sabemos donde guarda los planos, podríamos sacarnos la duda.

(Se detienen)

Fermina. ¿Qué duda? ¿Qué querés decir?

Dolores. Que Rosa tiene la otra llave de la salita, la que le dio el padre Luis. ¿Todavía la tenés no? Entonces podrías entrar y mirar los planos. Así sabríamos cómo va a quedar el cementerio.

Fermina. Pero cómo se te ocurre. Pasar por encima de la autoridad del Padre.

Marta. No podemos hacer eso. Somos las damas parroquiales.  

Rosa. Yo no voy a entrar a espiar. De ninguna manera.

Gloria. No sería ético.

Silencio, pausa.

Fermina. ¿Y cómo hacemos para entrar sin que el padre se de cuenta?

Todas se prenden en el plan, traman secretamente.

Baja la luz.


4.

Gracia. Querido señor, te agradezco por el pan de cada día, por la sopa al mediodía y por la polenta de noche. Te pido por favor: haz que Fermina deje de pegarme con la biblia en la cabeza. Yo sé que soy muy afortunada al estar a su cuidado, fue ella la que me sacó del orfanato y me trajo a Saldungaray; y yo te lo agradezco señor. Desde el año pasado vengo siendo buena y colaboradora. Te pido, señor, protégeme de todas y cada una de sus golpizas. Amen.  Ah… una cosita más: me gustaría en las reuniones de las Damas Parroquiales tener posibilidad de hablar cuando yo quiera, como las demás, sin que ella me haga callar la boca...

Entra Rosa.

Gracia. Rosa. ¿Qué pasó? ¿Entraste a la salita? ¿Qué encontraste?

Rosa.  Algo increíble. ¿Y las demás?

Gracia. Marta me dejó a cargo. Dijo que cuando llegaras le avisara. ¿Le voy a avisar?

Rosa. Si. No. Espera. Tengo que contarte. Entré a la salita y lo vi todo.

Gracia. ¿Todo?

Rosa. Todo.

Gracia. ¿Todo… qué?

Rosa. Todo. Los planos. Los planos del cementerio. No hay otra cosa que planos ahí. Miles de planos. Planos grandes y pequeños. Hay tantos planos como para volver a construir el mundo. Parece que la obra va a ser monumental. No hay un cementerio así en toda la provincia. Ni siquiera en el país. Pero son muchos, no puedo traerlos.

Gracia. ¿Y cómo es? ¿El cementerio? ¿Cómo es? ¿Cómo va a quedar?

Rosa. No sé. No puedo darme cuenta. Vi varios planos, pero cada uno es sólo una parte de la construcción, una parte pequeña. Es como un gran rompecabezas. Habría que juntar todos los planos para poder darse cuenta de cómo va a ser.

Gracia. ¿Y si los vas sacando de a poco, traes algunos y los copiamos acá, yo sé dibujar bastante bien, después los devolvés y sacás otros… así tendríamos acá copias de todos los planos y podríamos reconstruir ese rompecabezas acá, en el depósito.

Rosa. El rompecabezas del cementerio. Podríamos tener el nuevo cementerio acá mismo en el depósito de Jorge.

Gracia. Sí.

Rosa. Excelente.

Entran las demás alborotadas.

Todas. ¿Y? ¿Qué pasó?

Rosa. Algo, increíble, les cuento… tenemos una idea para saber cómo va a ser el nuevo cementerio.

Alboroto.

Gracia. Sí, se me ocurrió que…

Fermina. Gracia te callás, que Rosa nos va a decir la idea que tuvo.

Rosa. Vamos a hacer lo siguiente, escuchen…

Baja la luz. Se ve en contraluz a las siete mujeres arrastrando el cadáver, en lenta procesión, ingresando.


5.

Luz tenue.

Fermina. Me acuerdo, me acuerdo, de a poco me voy acordando. Me acuerdo pero me olvido. Me olvido pero me acuerdo.

Marta. Yo me acuerdo que nunca estuve de acuerdo. Yo estaba en desacuerdo. ¿Se acuerdan? Yo no quería que se use el depósito para esta cosa horrenda… macabra, si Jorge se llegaba a enterar de que estábamos reconstruyendo el cementerio acá mismo...

Alma. Marta vos al principio te negaste, después entre todas decidimos hacerlo ¿No te acordás?

Marta. No me acuerdo. ¿Y este cadáver? ¿Cómo Terminamos arrastrando un cadáver a la madrugada hasta el depósito de Jorge?

Sube la luz un poco.

Rosa. (Saca un lápiz de su cartera) Me acuerdo que poco a poco, laboriosamente íbamos copiando los planos y reconstruyendo el cementerio, acá en el depósito.

Le entrega el lápiz a Gracia, mientras habla sucede lo que cuenta.

Rosa . Gracia dibujaba, Alma la ayudaba, yo iba trayendo unos planos y llevándome otros de vuelta a la salita.

Gloria. Lo que nos ayudó fue la prodigiosa memoria de Marta para los fiambres, eso aceleró el proceso.

Fermina: ¿A ver? ¿Te acordás todo?

Marta. Si: Diámetro del pórtico: 12, 70 metros. Altura de la cruz: 9, 25 metros…

Gracia: ¿Ancho total del crucifijo?

Marta. 7, 35 metros. Plano 24: La gran rueda…

Dolores. Sí. Ya estaban casi todos los planos copiados. Sólo faltaba que Rosa trajera los últimos…

Marta: Yo les convidaba esas galletitas ¿se acuerdan? 

Marta convida galletitas, nadie le acepta, Marta prueba una y sorpresivamente apenas termina de comer irrumpe con el texto siguiente.

Marta. Se me pone todo blanco. 

Gracia. Negro. El olvido es negro.

Pausa.

Fermina: las galletitas… el olvido…

Marta. ¿Cómo terminamos arrastrando el cadáver del arquitecto al depósito de Jorge en plena madrugada?

Se detienen, observan y revisan el cadáver, comprenden, recuerdan.

Fermina. ¡El arquitecto! ¡Es el cadáver del arquitecto!

Rosa.  ¿No es irónico? El arquitecto yace muerto en la reproducción a escala de su propio cementerio.

Dolores. Me acuerdo que Gloria y yo estábamos acá, charlando, un poco tristes. ¿Te acordás Gloria?

Gloria. No Dolores, Vos y yo no charlamos nunca.  

Baja la luz. Se ve en contraluz a las siete mujeres arrastrando el cadáver, en lenta procesión, hasta que salen.


6.

Luz. Dolores y Gloria; luego todas menos Rosa. Luego entra Rosa.

Gloria. Mirá que hermoso va a quedar. Esa cabeza de Cristo. Mirá que bien que lo dibujó Gracia. Wonderful. No sopla una gota de viento. Hace años que no hacía un calor así. Qué verano, dios mío. ¿Y vos Dolores, qué estás haciendo acá? Vos que podés ¿porqué no te volvés a Buenos Aires?

Dolores. Me gusta Saldungaray. En estos dos años aprendí a quererlo.

Gloria. ¿Dos años? ¿Ya?

Dolores. Si. Vine en  el 36… ¿Te acordás? el aire de la sierra me iba a curar la anemia más rápido. Me gusta acá.

Gloria. ¿Te gusta? Pero no vas a comparar con Buenos Aires… ¡Ojalá te cures pronto así volvés! Pensá que una vez que salgas de este pueblo de mala muerte, vas a volver a Buenos Aires, ¡a una capital del mundo! De Buenos Aires a Londres hay un solo paso, my dear. Buenos Aires es el paraíso.

Dolores. Buenos Aires para mí era el infierno. Tenía una casa inmensa, y un marido lleno de dinero, sí. Pero viejo. Muy viejo. Vivía sola, en mi casa, vivía sólo para complacer a un marido que parecía mi abuelo. Yo estaba muy triste en Buenos Aires, Gloria, vivía tan profundamente triste que un día toda esa tristeza se convirtió en anemia. Yo no era feliz en Buenos Aires. Yo allá era tan infeliz como vos acá.

Gloria. Pero qué estás diciendo. ¿Cómo se te ocurre decir eso? ¿De dónde sacás que yo no soy feliz en mi matrimonio?

Dolores. Gloria yo nunca nombré tu matrimonio.

Gloria. Pero…but! But!

Dolores. Te voy a confesar algo: desde hace un tiempo estoy curada. Ya no estoy anémica. Voy a tener que volver con mi esposo. A Buenos Aires. Quisiera  poder quedarme. Sólo para no tener que irme. Pero para eso tendría que seguir enferma. ¿Entendés?

Entran las demás menos Rosa. Marta entra como perdida. Repite nombres de fiambres y precios, se le mezclan con cotas y medidas del cementerio.

Dolores mira a Gloria, Gloria le devuelve una mirada cómplice, entonces Dolores, tose, y camina fingiendo debilidad, finge estar enferma.

Todas cuelgan los planos de unas sogas, con broches, luego observan cómo quedaron, cómo quedó la reproducción del cementerio en el depósito; atónitas, felicitan a Gracia por los dibujos, contemplan la obra del arquitecto con fascinación. Se escuchan ruidos.

Fermina. Debe ser Rosa.

Ingresa Rosa.

Todas. ¿Los trajiste? ¿tenés los planos?

Rosa. No hay más. Estos eran todos los planos. El Cristo es sólo la cabeza.

Gloria. Nuestro Señor. Sin cuerpo. 

Gracia. Jesús también era un cuerpo. No sólo cabeza. No sólo Espíritu Santo.

Fermina. ¿Qué quiere decirnos este arquitecto con este portal? ¿Qué Cristo no tenía cuerpo?

Dolores. O que el cuerpo no es dios. El cuerpo es el diablo.

Alma. El cuerpo no es el diablo.

Rosa. El cuerpo no es importante.

Alma. Si. El cuerpo es importante.

Rosa. El cuerpo no importa. Importa el espíritu. En el cuerpo anida el pecado. El cuerpo es una cáscara. Una cáscara del diablo. Hay quien se queda con los placeres, pero la cáscara se pudre. Se muere. Hay quien se va del pueblo a gozar de las mieles de la vida fácil. No es raro ver a estos ejemplares volver arrepentidos con la cáscara rota.

Alma. ¡No! No quiere decir que el cuerpo no importa. Quiere decir que no importa cuanto daño le hayan hecho, cuanto lo hayan pisoteado. Pueden haberlo matado, aplastado como a una cucaracha, pueden haberlo borrado completamente, pero aún así, con el cuerpo roto, el espíritu perdura.

Fermina. Es un enviado, un enviado de dios.

Dolores. Es el mismo diablo.

Rosa. ¿A quién más se le ocurriría un dios sin cuerpo?

Gloria. ¡What the hell! ¡Qué aberración!

Tumulto, opiniones encontradas unas a favor y otras en contra del arquitecto.)

Marta. ¿Al final Es el diablo o es dios? (Come galletitas, se pierde en la nebulosa del olvido)

Rosa. A ver que dicen de esto: Municipalidad de Pringles, matadero y Municipalidad de Balcarce,  municipalidad de Laprida, González Chávez y Rauch. Torquinst, Municipalidad. Plaza y cementerio de Azul. (Despliega los planos, todas los ven,  atónitas, ya no quedan dudas.) Tiene una avioneta. Viaja por toda la provincia para controlar sus obras. Hay que hacer algo. Hay que detenerlo. Es el mismo diablo.

Impulsiva y velozmente traman algo, hablan entre ellas.

Gracia.  ¿Quién se queda a vigilar?

Gloria. Señoras, Ladys… ¿adónde estamos yendo? ¿Les parece incendiar la salita? ¿Nuestra salita donde estuvimos todos estos años reunidas?

Rosa. Es por el bien común, por la humanidad.

Gracia. ¿El bidón de nafta? ¿Los fósforos?

Dolores. Acá lo tengo.

Rosa. Si, deben ser cerca de las 4, hay que hacerlo antes del amanecer, ¡Ya! vamos.

Baja la luz.


7.

Luz. Se ve la sombra de Marta tras los planos, comiendo galletitas, perdida en la nebulosa del olvido. Ingresan todas arrastrando un cadáver.

Gracia. Y el plan iba perfecto hasta que nos encontramos a este hombre adentro, desmayándose entre oleadas de humo, entre los planos quemándose y las cortinas haciendo fuego.

Rosa. No había tiempo para rescatarlo. No sé por qué insistieron y lo trajeron a la rastra, arriesgándose a que todo el pueblo nos viera.

Dolores. Pero no nos vio nadie, Rosa.

Gloria. No lo sabemos.

Dolores. No, no nos vio nadie.

Gloria. ¿Está muerto? ¿Lo matamos? Matamos a un hombre. Oh my god.

Gracia. ¿Qué hacía este tipo adentro de la salita a estas horas de la madrugada?

Dolores. Sólo hay una posibilidad: que sea el arquitecto.

Rosa inspecciona el cadáver.

Fermina. ¡El arquitecto! ¡Es el cadáver del arquitecto!

Rosa. Es un cadáver. Un cadáver fresco. Una cáscara sin importancia.

Gloria. Rosa, sabemos que estás familiarizada con estas cosas, porque es tu trabajo, y alguien tiene que hacerlo, pero, ¿hay necesidad my darling de andar tocando y removiendo?

Rosa. Aún no se ha ido del todo. Su alma. Podemos hacerla hablar.

Fermina. ¿Qué decís Rosa? ¿Qué estás diciendo?

Gracia. Rosa maneja cosas. Sabe de eso. Yo lo sabía.

Alma. ¿Hacerla hablar?

Rosa. (Canta, en trance) Entro en el cuerpo buscando el alma. Desde la cáscara hasta el hueso. El hueso del alma. El alma del arquitecto. (Busca en el cuerpo, se acoplan un par más que manosean el cuerpo inerte del arquitecto)

Marta. ¿Qué están haciendo? ¿Le curan el empacho?

Fermina. ¿Qué hacés Rosa?

Gracia. Le está entrando al arquitecto. Buscando el alma.

Se agrupan de rodillas alrededor del cadáver, rezan un rezo inentendible del que sobresalen levemente los siguientes textos, mientras el murmullo general sigue sonando como fondo:

Rosa. Información no es conocimiento.

Gracia. Conocimiento no es sabiduría.

Dolores. Sabiduría no es la verdad.

Alma. La verdad no es la belleza.

Marta. La belleza no es el amor.

Gloria. El amor no es la música.

Fermina. Y la música… la música, es lo mejor.

Rosa conecta con el alma del arquitecto, tiene una epifanía.

Rosa. (Canta extasiada, alguna se acopla al canto las demás siguen rezando alrededor)
Somos enviadas. Enviadas del cielo. El arquitecto es el mensajero y su obra es el mensaje. Son tiempos de salvación, de redención, de limpieza. Desde Europa llega la emancipación de la mano del tercer Reich. El arquitecto es el mensajero. Nosotras: su obra. Se necesitan siete almas para salvar el mundo del pecado. Y siete son las almas aquí reunidas.  

Pleno éxtasis, grandes desplazamientos, ritmo enloquecido, todo es un aquelarre, Marta reparte galletitas.

Fermina - Y el número siete es la cifra de Dios en su perfecta Unidad, el número mayor del Cosmos: siete grados de la perfección, siete esferas o niveles celestes, siete planetas que gobiernan el mundo, siete pétalos de la rosa, siete cabezas del naja de Angkor, siete ramas del árbol cósmico y sacrificial del chamanismo...

Marta- El número siete corresponde al sábado y al mes de julio. El siete nunca es día negativo y para los hebreos era sagrado. Son siete los días de la semana; Roma edificó sobre siete colinas a los durmientes de Éfeso, que fueron los campeones del cristianismo, a saber: San Andrés, San David, San Patricio, San Antonio, San Jaime, San Dionisio, San Jorge.

Rosa. En el Apocalipsis nos encontramos con que las revelaciones de San Juan son siete visiones dirigidas a siete iglesias; siete son las trompetas de los siete ángeles; siete los ojos del Cordero y las copas colmadas de ira de Dios...

Alma. Las Obras Corporales son siete: Visitar a los enfermos, Dar de comer al hambriento, Dar de beber al sediento, Vestir al desnudo, Socorrer a los presos, Dar posada al forastero, Enterrar a los muertos.

Fermina. Las Espirituales son: Enseñar al que no sabe, Dar buen consejo, Corregir al que esta en error, Perdonar las injurias, Consolar al triste, Sufrir con paciencia las molestias de nuestro prójimo, Rogar a dios por los vivos y por los muertos.

Dolores. En las investigaciones alquímicas de la Edad Media, el proceso constaba de siete fases. Para los pitagóricos, el siete contenía todas las circunstancias de la vida, y por ello dividieron la existencia humana en diez periodos de siete años cada uno.

Gloria.  Son siete también los dones del Espíritu Santo, los dolores padecidos por la Virgen, las obras de misericordia y los Sacramentos. Según el Evangelio, cuando Cristo habló del perdón, no se refirió a siete, sino a setenta veces siete. Son siete también los pecados capitales.

Gracia. No. En la Biblia no aparecen  los siete pecados capitales, solo los diez mandamientos. Los jinetes del Apocalipsis son cuatro. La santísima trinidad no está conformada por siete sino por tres. Además los pecados capitales eran ocho. Los que conocemos más la tristeza y la vanagloria. Después estos fueron eliminados y se agregó la envidia.

Fermina. ¿Y cuántos quedaron?

Gracia. Siete.

Todas. ¡Siete!


Detención. Sostiene cada una en lo alto una galletita del olvido. Ceremonialmente, como si se tratara de una ostia, la lleva cada una a su boca. A partir de ingerir la galletita, comienzan a moverse muy lentamente, como en un extravío creciente, se pierden en el espacio del depósito, no saben dónde están ni que ha pasado, descubren el cuerpo del arquitecto, Marta contra la pared, imagen idéntica al inicio de la primera escena: estamos en ese momento. Luz tenue.





Marta. ¿Así fue cómo terminamos arrastrando el cadáver del arquitecto a la madrugada por el depósito de Jorge?

Dolores. No es un cadáver. No sabemos si está muerto.

Marta. Si está muerto es un cadáver.
Gracia. Pero está muerto ¿O no?

Fermina. No sé. Hasta ahora creíamos que sí.

Gracia. Pero puede ser que no. Puede que los gases del incendio lo hayan desmayado.

Rosa. No parece muerto.

Fermina. Pero sin embargo sí. 

Rosa. No. Respira. (Se ve que el arquitecto, tendido en el piso, está vivo)

Gloria. ¿Respira?

Dolores. ¡Respira!

Marta. Dios mío respira. (Toma un tarro de leche, intenta golpearlo, la detienen)

Rosa. Si está vivo hay que matarlo.

Alma. ¿Qué mierda te pasa? ¿Y ustedes? Están enfermas. Estaba muerto. Ahora está vivo. Lo quieren matar… Yo me voy.

Rosa la detiene y la tira contra la pared

Pausa.

Alma. Hay que pensar y rápido, antes de que despierte.

Rosa. Hay que sacarlo de acá.

Gloria. Cómo nos metimos en todo esto, dios mío.

Dolores. ¿Adónde lo llevamos?

Se llevan el cuerpo, salen todas, sólo quedan Fermina y Gracia.

Fermina. Me acuerdo pero me olvido. Me olvido pero me acuerdo. No sé si lo que pasó me lo acuerdo. No sé si lo que me acuerdo pasó.

Gracia. No sabemos qué pasó. No sabemos qué estamos haciendo acá. No sabemos si hicimos algo horrendo, si somos o no asesinas. Poco a poco nos vamos a ir olvidando, vamos a crecer, vamos a envejecer, y ya no distinguiremos lo que imaginamos de lo que vivimos.

Fermina. Todo quedará sepultado finalmente tras el manto blanco del olvido. 

Gracia. Negro, el olvido es negro.

Apagón.

Fin.





Guillermo Yanícola, Mar del Plata,  diciembre 2010. Revisado Marzo 2017.