jueves, 30 de julio de 2015




d i s p a r a t e

Hecho o Dicho Fuera De Razón Y Regla



Una Vida Hecha De Frases Hechas. Un Todo De Hablar De Nada. Un Universo De Lugares Comunes. Una Melange (Casi Podríamos Decir) De Sentimientos Escondidos Detrás De Las Palabras.

 

De Lo Monstruoso Deforme Y Enfermo En Las Conductas Humanas Normales

Apuntes Para Un Tratado Acerca De La Normalidad.
Absurdo a full


Lo Anormal De Lo Normal.

Normal: regular, en su estado natural u ordinario. Que sirve de norma o modelo.

Norma: regla que se debe seguir en alguna cosa.

Norma vuelve a la normalidad cuando vuelve a llamarse Norma.

El espectáculo, la obra, se vuelve anormal, se convierte en la alguna cosa que no sigue una regla.

Anormal: irregular, que sale de la regla.

Una mesa que se ha anatomizado. Los personajes se fusionan con la mesa, la mesa los incluye en su ser.

Los personajes ¿conforman un matrimonio?

Lo monstruoso aparecerá como una consecuencia buscada indirectamente (lo más indirectamente posible, casi no buscada) de este diálogo normal en donde efervescerán posturas y opiniones acerca de cuestiones absolutamente intrascendentes para el desarrollo espiritual de un individuo o de una sociedad, pero ligados intrínsecamente al ser normal, al convencionalismo, a las reglas impuestas, expuestas, propuestas y aceptadas definitivamente por estos seres vanos y superficiales.

Ataques de furia, salidas fuera de todo control racional, blasfemias, insultos, gritos y llantos por las cosas más superficiales y nimias.

La insensibilidad ante lo que requiere ser sensible y la hipersensibilidad ante lo que no merece la mínima atención; reacciones adversas e invertidas, mecanismo de defensa de estos individuos ante un mundo agónico y monstruoso, insensible y enfermo.
Defensa del mecanismo, mecanismo que los (nos) defiende del dolor al trocar (soy sensible a lo superfluo e insensible a lo sentible) y al mimetizarse con el mundo (a un mundo insensible corresponde un individuo insensible).

El cuerpo irracionalmente, instintivamente, por reflejo se defiende. Pero... necesitamos a la razón para defendernos de ciertos males.
  
Hablar sin parar, compulsivamente.
En fin, un espectáculo que no te podés perder.
ESTRENADA EN EL TEATRO EL CARELLA, RIVADAVIA 2574 MAR DEL PLATA
EL 8 DE ENERO DE 2004 por elrabdomanteteatro

Distinciones a la puesta en escena de elrabdomanteteatro:
Nominación Premio Estrella de Mar 2004, Mejor Actriz, Claudia Mosso.
Premio Estrella de Mar 2004, Mejor Actor, Guillermo Yanícola.
Elenco Ganador Encuentro Regional de Teatro, Villa Gesell 2004, organizado por la Comedia de la Provincia de Buenos Aires. Mención Mejor Actriz, Mejor Actor, Mejor Dirección, Mejor Escenografía.
Elenco Ganador Encuentro Provincial de Teatro, Trenque Lauquen 2004, organizado por la Comedia de la Provincia de Buenos Aires. Mención Mejor Actor.
Espectáculo Seleccionado para participar en la Fiesta Nacional Del Teatro, Río Negro, Abril 2005, organizada por el Instituto Nacional del Teatro.



d i s p a r a t e
Hecho O Dicho Fuera De Razón Y Regla


A Claudia Mosso, musa inspiradora de esta obra
 A mi abuela Elvira, que además se llamaba Josefa y Alicia
A la memoria de mi padre.



(Mientras el público ingresa a la sala se ve una mesa con objetos, girando, en penumbras. En la mesa hay electrodomésticos funcionando y una lamparita latiendo dentro del vaso de la licuadora. Se ilumina la escena mientras los actores emergen de abajo de la mesa. Se detienen. Se observan, apagan los electrodomésticos)

Hombre: ¿Y?
Mujer: ¿Y qué?
Hombre: ¿Cómo y qué?
Mujer: ¿Que qué me estás preguntando?
Hombre: ¿Cómo que qué te estoy preguntando?
Mujer: No entiendo.
Hombre: ¿Qué no entendés?
Mujer: La pregunta.
Hombre:  ¿Qué pregunta?
Mujer: La pregunta que me hiciste.
Hombre: ¿No entendés la pregunta?
Mujer: No, no la entiendo, ¿Y?
Hombre: ¿Y qué?
Mujer: ¿Cómo y qué?
Hombre: ¿Que qué me estás preguntando?
Mujer: ¿Cómo que qué te estoy preguntando?
Hombre: Pregunto que qué me estás preguntando.
Mujer: No entiendo.
Hombre: ¿Qué no entendés?
Mujer: La pregunta.
Hombre: ¿Qué pregunta?
Mujer: Hay una pregunta.
Hombre: ¿Eso es una afirmación?
Mujer: No.
Hombre: ¿Qué pregunta?
Mujer: Hay una pregunta.
Hombre: ¿Eso es una afirmación?
Mujer: No.
Hombre: Entonces es una negación.
Mujer: Hay una pregunta. Debe haber una pregunta.
Hombre: Ahora Estás dudando.
Mujer: No sé.
Hombre: Estás dudando.
Mujer: No sé.
Hombre: Estás dudando.
Mujer: No sé.
Hombre: Estás dudando.
Mujer: Sí. Estoy dudando. ¿Y qué?
Hombre: ¿Cómo y qué?
Mujer: ¿Que qué me estás preguntando?
Hombre: ¿Cómo que qué te estoy preguntando?
Mujer: No entiendo.
Hombre: ¿Qué no entendés?
Mujer: La pregunta.
Hombre:  ¿Qué pregunta?
Mujer: La pregunta que me hiciste.
Hombre: ¿No entendés la pregunta?
Mujer: No, no la entiendo, ¿Y?
Hombre: ¿Y qué?
Mujer: ¿Cómo y qué?
Hombre: ¿Que qué me estás preguntando?
Mujer: ¿Cómo que qué te estoy preguntando?
Hombre: Pregunto que qué me estás preguntando.
Mujer: No entiendo.
Hombre: ¿Qué no entendés?
Mujer: La pregunta.
Hombre: ¿Qué pregunta?
Mujer: Hay una pregunta.
Hombre: ¿Eso es una afirmación?
Mujer: No.
Hombre: ¿Qué pregunta?
Mujer: Hay una pregunta.
Hombre: ¿Eso es una afirmación?
Mujer: No.
Hombre: Entonces es una negación.
Mujer: Hay una pregunta. Debe haber una pregunta.
Hombre: Ahora Estás dudando.
Mujer: No sé.
Hombre: Estás dudando.
Mujer: No sé.
Hombre: Estás dudando.
Mujer: No sé.
Hombre: Eso es indudable.
Mujer: ¿Qué?
Hombre: Que no sabés. Pero por lo menos lo admitís.
Mujer: Debe haber una pregunta.
Hombre: Estás dudando. Eso es dudar. Eso es una duda
Mujer: ¿Y?
Hombre: Que una duda no es una pregunta
Mujer:  Pero es una afirmación.
Hombre: ¿Afirmás que estás dudando?
Mujer:  Eso es una pregunta.
Hombre: ¿Estás segura?
Mujer: No sé.
Hombre: ¿No sabés si estás segura o no sabés si eso es una pregunta?
Mujer: ¿Dudás de mi palabra?
Hombre: No. Vos dudás de tu palabra.
Mujer: Sí. No. No sé. Debe haber una pregunta.
Hombre: ¿Debe haber?
Mujer: Hay una pregunta
Hombre: ¿Eso es una afirmación?
Mujer: No.
Hombre: Entonces es una negación.
Mujer: Sí. Es una negación.
Hombre: No, es una afirmación.
Mujer: Sí. Es una negación.
Hombre: No, es una afirmación.
Mujer: Sí. Es una negación.
Hombre: No, es una afirmación.
Mujer: Sí. (Piensa) No entiendo.
Hombre: Es que para entender hay que hacer un esfuerzo.
Mujer: ¿Y?
Hombre: Y bueno, hacé un esfuerzo.
Mujer: Mirá: Hago un esfuerzo. Hago un esfuerzo y hago más: hago dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, hago mil esfuerzos por día. Me la paso haciendo esfuerzos por entenderte desde que te conozco.
Hombre: Vos no me conocés.
Mujer: Yo sí te conozco.
Hombre: Vos no me conocés.
Mujer: Yo sí te conozco.
Hombre: Vos no me conocés.
Mujer: Yo sí te conozco.
Hombre: Vos no me conocés. ¿Vos me conocés?
Mujer: ¿Si te conozco? Sí, te conozco.
Hombre: ¿Y qué me conocés, a ver, qué me conocés?
Mujer: ¿Qué te conozco?, mirá, te conozco.
Hombre: ¿Pero qué me vas a conocer vos a mí?
Mujer: ¿Pero qué no te conozco yo a vos?
Hombre: No me conocés.
Mujer: Sí, te conozco.
Hombre: No me conocés.
Mujer: Sí, te conozco.
Hombre: No me conocés.
Mujer: Sí, te conozco.
Hombre: No me conocés.
Mujer: Sí, te conozco.
Hombre: ¿Pero qué me vas a conocer  vos a mí? ¿A mí me vas a conocer vos? ¿Vos a mí me vas a conocer?  ¿Me vas a mí a conocer  vos?  ¿Conocer me a a mi vos  vas?
Mujer: Sí, a vos. Sí, yo. Yo. A vos, sí. Te conozco. Yo a vos te conozco. Sí a vos, yo, a vos. ¿A quién más? ¿De quién estamos hablando sino? ¿Hay alguien más aquí? Yo a vos te conozco.
Hombre: ¿Pero qué me vas a conocer vos a mí? ¿A mí que soy un tipo que anduvo, anda y andará día a día entre la gente, por la calle, entre el tráfico, caminando, dale que te dale, eh? ¿A mí que vengo yendo entre la gente, vengo yendo por la calle, vengo yendo caminando, entre el tráfico, dale que te dale, desde hace más de veinticinco años, un día atrás del otro sin dejar de cumplir ni un solo día, ni con la gente, ni con la calle, ni con el tráfico ni con caminar ni con dale que te dale? ¿A mí me vas a conocer vos? Pero haceme un favor, Norma, no me hagas reír... (Lee el diario, dentro del diario tiene escondido un apunte)
Mujer: Te conozco Rolando, te conozco. Hace veinticinco años que te conozco.
Hombre: ¿Y qué conocés de mí? ¿A ver? ¿Qué me conocés a mí? ¿Eh?
Mujer: Bueno, mirá, conozco muchas cosas ¿Querés que te enumere?
Hombre: No, no quiero que me enumeres. Quiero que me nombres una sola cosa que conozcas de mí a fondo. No te estoy diciendo veintiocho ni doce ni cuatro. Una sola cosa.
Mujer: Bueno, bueno, conozco...
Hombre: (interrumpiendo) ¿Ves, ves? (se para, desafiante) ¿Ves porqué te quedás callada y titubeante y no sabés qué decir? ¿Sabés porqué? Porque vos a mi no me conocés, por eso.
Mujer: Mirá, no empieces con esa actitud tuya de comportarte como un troglodita. Mantengamos la calma.
Hombre: (burlón) Mantengamos la calma, ay, mantengamos la calma... ¡Qué fácil es para vos pronunciar la frase mantengamos la calma!...
Mujer: ¿Para mí?
Hombre: Sí, para vos, para  vos, porque sos vos la que siempre mantiene la calma, la que siempre está tranquila, la que nunca se altera por nada, la que nunca se sale de las casillas, la que jamás hace nada inapropiado, la que jamás de los jamases va a perder la compostura...
Mujer: Pará, pará, pará pará pará pará pará pará pará pará pará pará pará pará pará pará pará pará, por favor. Si seguís así vas a lograr que la pierda... El mejor modo de solucionar las cosas es hablando. Hablar, como seres civilizados que somos.
Hombre: Ahí me tengo que sacar el sombrero, te tengo que dar la razón…
Mujer: A veces te desconozco.
Hombre: (pausa, a público) ¿Ves, ves que yo tenía razón?
Mujer: ¿Qué?
Hombre: Dijiste "Te desconozco"
Mujer: ¿Y?
Hombre: Entonces no me conocés.
Mujer: Eso es distinto.
Hombre: ¿Distinto? ¿Distinto a qué?
Mujer: A lo que vos decías.
Hombre: Yo decía que vos no me conocés. Y vos decís "te desconozco". Es lo mismo.
Mujer: No, no es lo mismo.
Hombre: Sí, sí es lo mismo.
Mujer: No es lo mismo.
Hombre: Sí es lo mismo.
Mujer: No es lo mismo.
Hombre: Sí es lo mismo.
Mujer: No, no lo es.
Hombre: Sí, sí lo es.
Mujer: No.
Hombre: Sí.
Mujer: No.
Hombre: Sí.
Mujer: No.
Hombre: Sí.
Mujer: No.
Hombre: Sí es lo mismo. Es lo mismo. Es lo mismo. Es lo mismo. Es lo mismo.
Mujer: No, no es lo mismo. No es lo mismo. No es lo mismo. No es lo mismo.
Hombre: Sí es lo mismo. Es lo mismo. Es lo mismo. Es lo mismo. Es lo mismo.
Mujer: No, no es lo mismo. El "desconocerte" ahora implica un "conocerte" de antes. Te “desconozco" ahora. Porque te "conozco" de antes (nada, del verbo nadar).
Hombre: Craso error. El "desconocerme" ahora, no implica, como vos decís, un "conocerme" de antes, sino más bien un "haberme conocido". Es decir, para "desconocerme" ahora se hace imprescindible que de alguna manera equis se haya borrado ese "conocimiento” que tenías de mí. O sea: si me desconocés, no me conocés (nada, del verbo nadar).
Mujer: Creo que incurrís en un error. Cuando dije “te desconozco” me referí a lo que momentáneamente estaba sucediendo y no a toda la otra gran parte de tu vida que sí conozco o que creí conocer desde siempre, o al menos desde el momento en que te conocí (nada, del verbo nadar).
Hombre: Creo que la que ahora incurre no sólo en un error sino en varios y muy graves y al mismo tiempo sos vos, y que tu intento de sostener a rajatabla que me conocés hace agua por todos lados. Primero y principal: hace un rato dijiste “Te desconozco” y recién, en una misma oración “te conozco”, “creí conocerte” y “desde el momento en que te conocí”. ¿En qué quedamos? Eso es una contradicción grande como una casa. O sea: primero ponete de acuerdo con vos misma, querida, y después abrí la boca. Deberías pensar antes de hablar (nada, del verbo nadar).
Mujer: Cuando dije “Te desconozco” lo hice basándome en mi apreciación personal de ciertos rasgos actitudinales tuyos desconocidos por mí hasta hace instantes. Establecí entonces una comparación entre tales rasgos y todo el bagaje de actitudes tuyas anteriores. Al decir “te desconozco” me refería únicamente a estos nuevos aspectos de tu personalidad, aspectos que no logran un parangón o un correlato con el "conocimiento previo” que yo tenía de vos. ¿Qué es este “conocimiento previo”? Es el cúmulo de lo apreciado por mí en la porción de vida que antes compartimos, cúmulo que sí “conozco” bastante a fondo. Estos nuevos rasgos a los que me refería cuando dije "Te desconozco" no suplantan ni eliminan ese "conocimiento previo”, sino que por el contrario, se suman a él. En conclusión: "desconocí" sólo esos nuevos aspectos y sólo en ese instante en particular, sin que el “conocimiento” que hasta entonces tenía de vos, perdiera en ningún momento un ápice de validez. ¿Te quedó claro o querés que te desarrolle algún ítem?
Hombre: No, gracias. Pero la validez no se puede medir en ápices. Algo es válido o no lo es. O se es válido o se es inválido.
Mujer: No te refieras así a mi hermano.
Hombre: Bueno, deberías asumir de una vez por todas que él es paralítico.
Mujer: No sigas, Roberto, ¿Cómo podés ser tan insensible?
Hombre: ¿Te diste cuenta, no? Me llamaste Roberto. ¿Ves que no me conocés?
Mujer: ¿Y cómo querés que te llame?
Hombre: Sabés muy bien que detesto mi segundo nombre. Vos me conocés.
Mujer: Te conozco. Te conozco como si te hubiera parido, Romualdo.
Hombre: No, Margarita, vos no me conocés.
Mujer: Te conozco, mascarita.
Hombre: Vos no me conocés Virginia.
Mujer: ¿Cómo?
Hombre: ¿Cómo qué?
Mujer: ¿Cómo me llamaste?
Hombre: Yo no te llamé, vos viniste sola.
Mujer: Te conozco, Raúl, te conozco.
Hombre: Vos no me conocés.
Mujer: Te conozco, decime cómo me llamaste.
Hombre: ¿Cómo te voy a llamar mi amor? Te llame Victoria.
Mujer: No me mientas.
Hombre: Eh... Está bien, está bien... (Como si estuviera improvisando) te llamé... ponele... Viviana.
Mujer: Ah. Menos mal. Me pareció haber escuchado otra cosa.
Hombre: No, qué va. Habrá sido idea tuya, tendrías que ir al otorrinolaringólogo a hacerte un control, de vez en cuando.
Mujer: ¿Qué te traés entre manos con eso?
Hombre: Nada... nada. Te pido perdón, Vanina, yo no quise que te pongas mal, no me llevés el apunte...
Mujer: ¿Qué apunte?
Hombre: este...
Mujer: ¿Qué apunte de qué materia no te tengo que llevar a dónde?
Hombre: este... mi amor... yo... yo te lo puedo explicar...
Mujer: ¿Qué apunte de qué materia de qué alumna tuya de la facultad no te tengo que llevar a dónde para que vos tengas una excusa válida para encontrarte con cuál de todas ellas, la rubiecita quizá, tal vez la pelirroja que es sobrina de Lardizábal, o acaso la morocha esa que parece una tigresa a punto de devorarte y que hace que se te derritan los ojos cada vez que se desabrocha el primer botón de la blusa en mitad de la clase ni bien empiezan los primeros calores y una fiebre milenaria de macho cabrío en celo te recorre las arterias y las venas y los vasos capilares y te hace efervescer la sangre y rejuvenecer veinte años en un segundo y una oreja se te mete para adentro y hace “plop” de sólo imaginarte ocupando el lugar de ese botón desabrochado?
Hombre: este... no te escuché, Estela, ¿Me preguntaba algo?
Mujer: (amenazante) ¿Qué apunte?...
Hombre: ...el apunte... llevar el apunte... es un modo de decir... no sé que significa ¿Viste? Yo hablo, hablo… me gusta hablar, soy muy conversador, muy conservador, muy conversador, puedo conservar una conversación sobre latas de conserva, o sobre versos obscenos, o sobre sardos  versus servios conversos, o sobre conversores de cobre, o sobre condensadores de cobalto, o sobre lo que esconden las combas de los obesos, o sobre los adversos voceros de los conservadores de base, si querés conversar. Converso, converso, converso, uf, soy de conservador. Acá donde me ves, Bettina, vos no me conocés,  yo estoy afiliado al partido conversador.
Mujer: ¿Cómo que yo no te conozco Ricardo? No entiendo nada.
Hombre: ¿Qué es lo que no entendés Elvira?
Mujer: No entiendo cuál es tu pregunta Fernando.
Hombre: Es que todavía no la hice, Irma.
Mujer: Igual no la entiendo, Ignacio.
Hombre: Bueno, María de los Ángeles, es que para entender hay que hacer un esfuerzo.
Mujer: Mirá Gerardo, hago un esfuerzo. Hago un esfuerzo y hago más: hago dos, tres, cinco, ocho, catorce, hago dieciséis mil esfuerzos por día. Me la paso haciendo esfuerzos por entenderte desde que te conozco.
Hombre: Vos no me conocés.
Mujer: Yo sí te conozco.
Hombre: Vos no me conocés.
Mujer: Yo sí te conozco.
Hombre: Vos no me conocés.

(Música celestial, cambio de luces, se apagan las que estaban y se encienden 2 grandes lámparas, una a cada lado de la escena,  detención, cambio de tono, otro plano, los siguientes textos dichos a la vez)

Hombre:                                                                  Mujer:
¿Qué es esto, Dios mío, qué es todo esto?                No hay más, se acabó, se terminó todo...

(Retornan al plano y tono precedentes)
                                                        
Hombre: Vos no me conocés.
Mujer: Yo sí te conozco.
Hombre: Vos a mí, Vanesa, no me conocés.
Mujer: ¿Y a vos te importa mucho eso?
Hombre: A mí no.
Mujer: A mí tampoco.
Hombre: ¿Vamo en esa?
Mujer: Vamo
(Se agarran de la mesa y la mueven asidos a ella, en un ritmo que se va acelerando)
Hombre: ¿Y?
Mujer: ¿Y Qué?
Hombre: Y... ¿Me entendés?
Mujer: No.
Hombre: ¿Y ahora?
Mujer: No.
Hombre: (fastidiado) Otra vez esa negación. (Dejan de mover la mesa)
Mujer: Es una afirmación, Gualterio, no una negación. Afirmo que no te entiendo.
Hombre: Yo lo que no entiendo, Natalia, es porqué no entendés mi pregunta. Es una pregunta muy simple... ¿entendés?
Mujer: Sí, eso lo entiendo, Osvaldo. Lo que no entiendo es el porqué de tu pregunta.
Hombre: Ah, bueno, Graciela, pero eso ya es otra cosa, ahí nos desviamos del asunto, eso es harina de otro costal, (vuelven a mover la mesa) porque una cosa es no entender una pregunta y otra cosa muy distinta es no entender el "porqué" de una pregunta. Pongámonos de acuerdo, Solange.
Mujer: No.
Hombre: Otra vez. (Se toma la cabeza con una mano, fastidio)
Mujer: No.
Hombre: Dale, seguí. Seguí negando nomás.
Mujer: No.
Hombre: ¿No qué?
Mujer: No tenemos porqué ponernos de acuerdo, Bernardo.
Hombre: ¿No tenemos porqué ponernos de acuerdo en qué, Bianca?
Mujer: En eso, Gervasio, en eso.
Hombre: ¿En qué, Anastasia, en qué?
Mujer: En lo que te dije, Jesús.
Hombre: Me dijiste muchas cosas, María.
Mujer: Pero nunca te he mentido, José.
Hombre: De eso nunca podré estar seguro, Eva.
Mujer: ¿Estás desconfiando de mí? ¿Estás sugiriendo que te fui infiel, Adán?
Hombre: Eso lo sabrás vos, Susana.
Mujer: Te equivocás, te equivocás, yo nunca te he sido infiel, Alberto, nunca.
Hombre: Yo me refería a lo de tu hermano. (Dejan de mover la mesa)
Mujer: Pero... (Se queda boquiabierta, perpleja)... pero...
Hombre: Cuando te dije lo de la silla de ruedas... bueno yo había pensado en él... creo que será un buen regalo, se va a poner contento... ¿No te parece Mirtha?
Mujer: Pero... Daniel: yo te aseguro que no te soy infiel con mi hermano todos los martes de tres a cinco cuando te digo que voy al té canasta con mis amigas. ¿Me entendés?
Hombre: No solo te entiendo, Abigail, sino que además te creo.
Mujer: ¿Me creés?
Hombre: Más bien.
Hombre: Menos mal.
Hombre: María José...
Mujer: José María...
Hombre: Las simetrías, siempre las simetrías.
Mujer: ¿Qué pasa, Efraín?
Hombre: Stella Maris, quería preguntarte algo...
Mujer: ¿Sí?
Hombre: Sí.

(Música celestial, cambio de luces, se apagan las que estaban y se encienden 2 grandes lámparas, una a cada lado de la escena, detención, cambio de tono, otro plano, los siguientes textos dichos a la vez)

Hombre:                                                        Mujer:
¿Qué es esto, Dios mío, qué es todo esto?     No hay más, se acabó.
¿Por qué a mí, por qué aquí?                          Dios santo, se terminó, se terminó todo, todo...

(Retornan al plano y tono precedentes)

Hombre: ¿Qué pasa, Gladis?
Mujer: Juan Carlos, quería preguntarte algo...
Hombre: ¿Sí?
Mujer: Sí.
(Se paran, giran con  la mesa)
Hombre: Hablando de otro tema, Mirna... ¿Viste lo raro que está el Obispo?
Mujer: Sí, vi. ¿Y?
Hombre: Bueno, seamos razonables, Mariana, las cosas están como están porque no hay nada que se pueda ya hacer. 
Mujer: Claro.
Hombre: El otro día vino el monaguillo a las tres de la mañana y me lo contó todo.
Mujer: Ahá.
Hombre: Realmente, un tema de fondo, parece que querían tirar la casa por la ventana, algo inconcebible, algo muy peculiar, debe haber sido para alquilar balcones.
Mujer: Mhhhjhh...
Hombre: ¿Qué pasa Alicia? Te noto distante, distraída.
(Se detienen, se detiene el giro de la mesa)
Mujer: Me voy.
Hombre: ¿Cómo que te vas?
Mujer: Me voy, Horacio, no te soporto más.
Hombre: ¿No me soportás más?
Mujer: No. Mirá lo que son las cosas.
Hombre: Miro, miro lo que son las cosas, sí, son cosas, ¿qué van a ser? Pero no entiendo qué relación hay entre eso y que te quieras ir.
Mujer: No hay ninguna relación. No hay ninguna relación desde hace años, Humberto. Hace años que no hay ninguna relación,  y no sé si alguna vez la hubo, Hugo.
Hombre: Pero...no te vayas...
Mujer: Es el final, Héctor, lo nuestro terminó. Asumilo. Hasta acá llegó mi amor. Estoy harta, Haroldo, harta. No puedo seguir soportando lo mismo que en los últimos veinticinco años, Heriberto. Ya no aguanto más tu sarcasmo, Hilario, tus comentarios, tus estupideces, Hipólito, tu egoísmo, tus miserias, tu desamor, Heráclito, tu desamor. ¿No hay nada que te motive, Homero? ¿No vas a mover un dedo, Hércules, para intentar mejorar? ¿Te vas a quedar así, Heber, petrificado en esa silla, por el resto de tus días, Hildo? ¿Vas a dejarte morir, Hamlet, sin hacer nada para impedirlo, eh, Hermes?  Contestame, Hermeto.
Hombre: (piensa) La primera: no. La segunda: no. La tercera: sí. Y la cuarta: puede ser.
Mujer: Ah, bueno, Hansell. Conmigo no cuentes, querido, cuando estés en ese trámite quiero estar muy lejos de aquí.
Hombre: Bueno, Gretell, hacé lo que quieras, al fin y al cabo, el único destino posible es la muerte.
Mujer: Si, tenés razón Jean Paul, pero también es cierto que se puede morir como un hombre y se puede morir como un gusano.
Hombre: ¿Y? ¿Qué diferencia hay? Los dos se mueren, Naómi. Los dos. El gusano, incluso todavía vive cuando el hombre ya se murió, vive arriba del hombre que se murió, vive adentro del hombre que se murió, y se alimenta del hombre que se murió.
Mujer: ¿Quién se murió?
Hombre: El Obispo.
Mujer: ¿Se murió el Obispo?
Hombre: El martes.
Mujer: No lo puedo creer...
Hombre: El otro día vino el monaguillo a las tres de la mañana y me lo contó todo.
Mujer: ¿Y de qué se murió?
Hombre: Bueno, en realidad, eso no importa. Lo que sí es de vital importancia es que está muerto.
Mujer: Voy al baño.
Hombre: No vayas, no está ahí. Está en el cementerio.
Mujer: ¿Qué vamos a hacer?
Hombre: Hay que conservar la calma. Este es un asunto delicado. Hay que tomarlo con pinzas. Después de todo, Gertrudis, esto no es algo que suceda todos los días. Y si ocurrió algo así también pueden suceder otras cosas inusuales, cosas que no pasan corrientemente, cosas poco habituales...
Mujer: Mirá lo que son las cosas (mirando una cosa).
Hombre: ...cosas que pasan cada muerte de obispo, Raquel: la caída de un cometa, ganarnos el prode, la saciedad del hambre en el mundo, enamorarnos...
Mujer: jajajajajajá.
Hombre: ¡Qué risa Marisa! ¿De qué te reís?
Mujer: Eso no va a suceder nunca, Iñaqui.
Hombre: ¿Porqué Eleonora, porqué?
Mujer: ¿Por qué? ¿Humprey, vos me preguntás por qué?
Hombre: Sí Ingrid, ¿Por qué?
Mujer: Porque nosotros no podemos enamorarnos.
Hombre: ¿Por qué?
Mujer: Porque nunca estuvimos enamorados.
Hombre: ¿Por qué?
Mujer: Porque hace veinticinco años que estamos juntos.
Hombre: ¿Por qué?
Mujer: Eso es lo que yo me pregunto.
Hombre: No. Eso es lo que yo me pregunto.
Mujer: Lo que yo me pregunto, Julio César, es qué estamos haciendo.
Hombre: Estamos hablando, Cleopatra, hablando.
Mujer: ahora no.
Hombre: ahora sí.
(Pausa, silencio)
Mujer: ahora no.
Hombre: ahora sí.
(Pausa, silencio)
Mujer: ahora no.
Hombre: Lo que yo me pregunto es qué estamos haciendo.
Mujer: Qué estamos diciendo.
Hombre: Estamos hablando.
Mujer: ¿Estamos diciendo?
Hombre: Hablando.
Mujer: Y siendo.
(Pausa, silencio)
Hombre: Ahora no.
Mujer: Ahora sí.
(Pausa, silencio)
Hombre: Ahora no.
Mujer: Ahora sí.
(Pausa, silencio)
Hombre: Ahora no.
Mujer: Ahora yo te estoy diciendo esto.
Hombre: Y  yo te estoy contestando.
Mujer: Y  yo te digo esto otro.
Hombre: Y  yo te contesto esto otro.
Mujer: Y  yo te estoy diciendo esto pero pienso en otra cosa.
Hombre: Y yo te estoy contestando esto otro y también pienso en otra cosa pero no en la misma otra cosa que en la que pensás vos, sino en otra que es muy, muy diferente a la otra cosa tuya que vos pensás, porque como quien dice, como quien no quiere la cosa…
Mujer: (Al  público)…es una cosa de nunca acabar…
Hombre: …yo te digo que la cosa es así: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Mujer: Mirá lo que son las cosas.
Hombre: Bueno. (Mira cosas)
Mujer: Y te digo una cosa más...  (Dice algo inentendible)
Hombre: No esperes una respuesta para eso.
Mujer: Yo no espero una respuesta, espero una pregunta.
Hombre: ¿Qué pregunta?
Mujer: ¿Puedo hacerte una pregunta, Alejandro?
Hombre: Sí.
Mujer: Gracias.
(Silencio)
Hombre: ¿Y?
Mujer: ¿Y qué?
Hombre: ¿Y la pregunta?
Mujer: Ah, bueno, en realidad no quería preguntarte nada, quería saber si estaba habilitada para hacerlo.
Hombre: Qué estúpida.
Mujer: Si, fui una estúpida al elegir estar con vos.
Hombre: Qué imbécil.
Mujer: Si, fui una imbécil al elegir estar con vos.
Hombre: Qué tarde.
Mujer: Si, fue una tarde, al elegir estar con vos.
Hombre: Recuerdo aquella tarde, parece que fue ayer. La recuerdo como si fuera hoy. En el fondo de mi casa de infancia, el gallinero. Era verano, yo tendría doce, catorce años, quizá. Recuerdo que observaba fascinado cómo los rayos del sol dibujaban y conferían nuevos brillos y un colorido singular y tornasolado al hermoso y reluciente plumaje de una gallina muy joven. Si me parece estar viéndola. Recuerdo además, la prístina voz de mi madre irrumpiendo fervorosa, desde la casa: (imita la voz de la madre, cacareando como una gallina) Eduardo, Eduardo, a tomar la leche Eduardo, a tomar la leche... Ya voy mamá, ya voy, contesté. Sin embargo ella, insistente, continuó llamándome una y otra vez: (voz de la madre) Ayrton, Ayrton no corras, te vas a romper el alma, te vas a matar, Ayrtíton, Vladimir, bajate de ahí, Vladimir, vos me querés matar de un disgusto, Vladimir, me vas a sacar canas verdes, Vladimir, vení conmigo, metete adentro que hace frío, Vladimir, vení conmigo, metete adentro, metete adentro, vení conmigo, vení conmigo. Y yo fui. Yo fui con mi madre. A pesar del incontenible deseo de quedarme contemplando absorto aquel joven ejemplar gallináceo, yo acudí al llamado de mi madre. Yo elegí ir con mamá.
Mujer: Yo hablaba de otra tarde, de la tarde en que elegí estar con vos.
Hombre: Vos no elegiste.
Mujer: Vos tampoco.
Hombre: Tu hermano, Esther, ese sí que eligió... ¿Eh? El sí que eligió su destino. ¿Ves? He ahí un buen ejemplo.
Mujer: Mi hermano no es un ejemplo de nada, Rubén.
Hombre: Pero él eligió, Yolanda, él eligió, ahí lo tenés: paralítico.
Mujer: Pobre inválido. ¿Qué querías que hiciera, que lo exhibiera como a una rareza, como a un animal exótico, que lo paseara los domingos por el centro, que lo llevase a Misa...?
Hombre: ¡Qué fenómeno! ¡Qué macanudo! Ahí lo tenés: paralítico.
Mujer: ¿...Qué lo presente en sociedad? ¿Te das cuenta que eso me convertiría en el hazmerreír de todo el mundo?
Hombre: Un pashá, un bacán, un dandy. Él sí que la pasa Regio. Él sí que vive como un duque, con todos los chiches, a todo pitoto. ¡Qué tarambana! ¡Qué tiro al aire! ¡Que loco lindo! Ahí lo tenés, ahí lo tenés.
Mujer: ¿Adónde?
Hombre: No sé, recién estaba ahí.
Mujer: ¿Adónde?
Hombre: No sé, buscalo, por ahí debe estar.
(Buscan algo sobre la mesa)
Mujer: No está, acá no está Adalberto.
Hombre: Fijate bien, debe estar por ahí, Haidée. 

(Música celestial, cambio de luces, se apagan las que estaban y se encienden 2 grandes lámparas, una a cada lado de la escena, detención, cambio de tono, otro plano, los siguientes textos dichos a la vez)

Hombre:                                                        Mujer:
¿Qué es esto, Dios mío, qué es todo esto?     No hay más, se acabó.
¿Por qué a mí, por qué aquí?                          Dios santo, se terminó, se terminó todo, todo...
¿Por qué esta mancha en mi camisa?           ...se terminó todo el pan de manteca.
Mi camisa nueva, esto es irremediable…                            ¿Y ahora qué hago?

(Retornan al plano y  tono precedentes)

Mujer: No está acá no está, Aníbal.
Hombre: Tiene que estar, Alanís, tiene que estar.
Mujer: ¿Vos lo pusiste adentro o lo pusiste afuera?
Hombre: No.
Mujer: ¿Vos lo pusiste adentro o lo pusiste afuera?
Hombre: No.
Mujer: ¿No qué? ¿Qué quiere decir tu respuesta? ¿Qué no lo pusiste adentro o que no lo pusiste afuera?
Hombre: No, quiere decir que no lo puse adentro ¿Qué va a querer decir?
Mujer: Pero no podés contestar con un sí o con un no cuando te preguntan con una opción múltiple.
Hombre: ¿Qué?
Mujer: Opción múltiple.
Hombre: ¿Qué?
Mujer: Por ejemplo, a ver: ¿Te gusta comer carne de vaca o pollo?
Hombre: No.
Mujer: ¿No qué?
Hombre: No me gusta el pollo.
Mujer: ¿Te gusta el café o el Té?
Hombre: No.
 Mujer: ¿No qué?
Hombre: No me gusta el té. No me gusta el té. No me gusta el té.
Mujer ¿El incesto está bien o está mal?
Hombre: (piensa) No.
Mujer: ¿No qué? ¿No está mal?: Entonces está bien.
Hombre: No necesariamente.
Mujer: Entonces tu sistema de respuestas no sirve, no funciona.
Hombre: No. Eso sí funciona. Lo que digo es que no necesariamente está bien o mal el incesto. Depende de cada circunstancia en particular.
Mujer: Voy a ir a visitar a mi hermano, Roque.
Hombre: ¿Y eso qué tiene que ver con el incesto?
Mujer: Nada, nada.
Hombre: Sabés, quería comentarte algo que me pasó el otro día, Nélida, el martes creo que fue, ¿El martes fue? bah, no me acuerdo, el asunto es que yo venía yendo entre la gente, por la calle, entre el tráfico, dale que te dale, caminando y cuando estoy llegando a la esquina... ¿a que no sabés con quién me encuentro?, ¿Sabés a quién me encuentro Rita? Me lo encuentro a Palumbo, me lo encuentro… ¿Te acordás de Palumbo?
Mujer: No.
Hombre: Palumbo, como que no.
Mujer: No me acuerdo.
Hombre: Pero cómo que no te acordás de Palumbo, si estuvo cenando acá el año pasado, en esta misma mesa, aquel martes que vine volando del trabajo porque llovía. Por favor, Penélope, Palumbo.
Mujer: (teje) No, no me acuerdo, Ulises, y de paso te pregunto otra cosa: ¿Por qué todo tiene que pasar los martes?
Hombre: Bueno, el asunto es que Palumbo estaba con un muchacho, un muchacho joven, que sería un sobrino o algo así porque cuando me los encuentro doblando la esquina se estaban despidiendo, con un abrazo... y un beso, bueno, no viene al caso. La cosa es que Palumbo me saluda y me presenta a este muchacho, jovencito, parecía un chico de buena familia, una carita tierna, parecía un buen tipo, inteligente... un muchacho... bien, estudiante, buen mozo... Bueno, me estoy yendo por las ramas, el tema es que Palumbo me saluda, y me lo presenta: que tal, hola, ¿Cómo te va?, ¿Qué decís? ¿Cómo andás? que buenas tardes, buenas tardes, mucho gusto, que tal, que acá andamos, bien, y entonces empezamos a hablar del trabajo, de la familia, del tiempo, que una cosa trae la otra, que patatín, que patatán, que patatero;  que el otro día lo vi a Fulano ¿Cómo anda? y ahí, estaba con Mengano ¡Mengano! Precisamente venían del velorio de Zutano ¡Se murió Zutano, será de Dios, no somos nada! ¿Sabés a quién me encontré ahí? A Perengano ¡Perengano! Añares que no lo veo ¿Cómo anda? Y ahí está con un problemita de cólicos, bueh, en fin,  etcétera etcétera etcétera etcétera, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera, y en una de esas el muchachito éste me mira y le dice algo a Palumbo al oído, eso ya me cayó mal de entrada, porque si vos estás hablando, pero yo algo escuché, poco, porque tengo este problema que vos sabés que tengo en el oído interno, y ahora, con estos días de humedad es peor, no sé es una sensación rara, como si la oreja se me metiera para dentro y me hiciera ¡Plop! Voy a tener que ir al otorrinolaringólogo a hacerme un control un día de estos, por ahí voy el martes, sí el martes voy a ir, sí, haceme acordar, vos podrías aprovechar también, nunca está de más un control, bueno volviendo al tema, el muchacho éste le habla en el oído a Palumbo y yo escucho que lo tutea a Palumbo, a Palumbo, lo tutea, lo tutea a Palumbo, a Palumbo, lo tutea, lo tutea ¿entendés? Lo tutea. A Palumbo. Por eso yo creo que debe ser un sobrino, o el hijo de un amigo, o un sobrino nieto, o un… ¿Quién sabe? Bueno, en fin, la cosa es que Palumbo me presenta al joven éste y no me dice el nombre, ¡ahí está! ¡Claro! por eso yo pensaba que era un sobrino, ahí está, ahora me acuerdo, por eso yo pensaba que era un sobrino, porque Palumbo cuando me lo presenta me dice: “Qué tal che, te presento un sobrino”. Así me lo presentó Palumbo, claro, ahora me acuerdo. (Pausa) Ahora, qué raro, no, que me dijera: “Un sobrino” y no me dijera el nombre, porque cuando uno presenta a alguien a otra persona dice primero el nombre y después el grado de parentesco, qué raro este Palumbo. Bueno, la cuestión es que estamos terminando la charla con Palumbo, despidiéndonos, que chau, que hasta pronto, que saludos a Fulano, a Mengano, a la viuda de Zutano mandale mi más sentido pésame, y a Perengano, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera, y este chico, rubiecito clarito, natural, porque cuando es teñido, por más buena que sea la tintura, a la larga se nota, este muchacho, muy educado, me dice: “Adiós señor”. Te imaginarás que yo ahí nomás le paré el carro y le dije, como un aviso, al fin de cuentas él no tenía porqué saberlo, le dije: “señor no, querido. Doctor, doctor”. Y el muchacho, unos veinte años, tendría el mocoso, me mira y muy suelto de cuerpo me contesta: “Doctor se hace, señor se nace”. Y Palumbo, lo miró y se puso colorado y lo agarró del brazo y se despidió de mí como avergonzado y se fueron casi corriendo hasta la esquina y doblaron y no los vi más. Yo me quedé pensando ¿Sabés? me quedé pensando qué me habrá querido decir con eso, y ¿sabés qué Judith? No lo entendíth.
Mujer: Vos perdiste todo contacto con la realidad. Vos tenés una locura galopante. Vos estás completamente loco.
Hombre: “Doctor se hace, señor se nace” me dijo, Edith. ¿Vos lo entendiste Ruth? Yo no. Por ahí no te lo conté bien. Por ahí me faltó explayarme un poquito. Se me debe haber olvidado algún detalle, Voy a hacer memoria.
Mujer: Memoria se hace. Doctor se nace.
Hombre: Memoria se hace. Olvido se nace.
Mujer: Doctor se hace. Enfermo se nace.
Hombre: Doctor  se Olvido. Enfermo Memoria. ¡No! Sí… me moría enfermo porque el doctor se olvidó.
Mujer: ¿Qué es todo este galimatías, Matías?
Hombre: Nada, por lo visto a vos no te interesa, Teresa.
Mujer: ¿Y vos qué sabés del pensamiento ajeno, Geno?
Hombre: Nada, Kelly, ¡Que limitado que soy! ¿No?
Mujer: ¿De qué hablás, Blas?
Hombre: De nada, Ada, de nada.

(Música celestial, cambio de luces, se apagan las que estaban y se encienden 2 grandes lámparas, una a cada lado de la escena, detención, cambio de tono, otro plano, los siguientes textos dichos a la vez)

Hombre:                                                         Mujer:
¿Qué es esto, Dios mío, qué es todo esto?      No hay más, se acabó.
¿Por qué a mí, por qué aquí?                         Dios santo, se terminó, se terminó todo, todo...
¿Por qué esta mancha en mi camisa?          ...se terminó todo el pan de manteca.
Mi camisa nueva Dios mío,                          ¿Y ahora qué hago?
esto es una verdadera tragedia,                    ¿Y ahora qué hago?
¿Por qué me hiciste esto Dios, porqué me hiciste esto?                Me quiero morir…

(Retornan al plano y  tono precedentes)

Hombre: Hablando de otro tema, Clara, ¿Viste lo raro que está el obispo?
Mujer: No, no lo vi. ¿Y?
Hombre: Bueno es que para verlo hay que hacer un esfuerzo.
Mujer: Mirá, Egberto, hago un esfuerzo. Hago un esfuerzo y hago más: hago dos, trece, setenta, ciento noventa mil trillones de esfuerzos por día por entenderte. Y no te entiendo. No te entiendo. No te entiendo. Así que me voy. Estoy harta. Esta vez sí me voy.
Hombre: A mí no me vengas con indirectas ¿Qué querés decir con “Me voy”?
Mujer: Creo haber sido lo suficientemente clara.
Hombre: Es cierto, desde ahora serás Cinthia. (Camina como Groucho)
Mujer: ¿Ves? ¿Te das cuenta Groucho? Pasaron veinticinco años y seguís siendo el mismo tarado inmaduro. Por eso me voy.
Hombre: Mirá lo que son las cosas.
Mujer: Miro, miro lo que son las cosas. Son cucharas, tenedores, son cosas, ¿Qué relación hay entre eso y nosotros?
Hombre: ¿Qué relación hay entre nosotros, Beatriz?
Mujer: No me acuerdo, Dante. Creo que éramos amigos o algo así, o madre e hijo, o concuñados, o tío y sobrina, No sé, no sé si vos eras mi abuelo, o el portero o mi hermano.
Hombre: No me nombres a ese inválido. Además toda esta situación está traída de los pelos. No entiendo qué relación tiene lo de tu hermano con nosotros, Delia.
Mujer: Ninguna. Danilo. Ninguna.
Hombre: ¿Qué hay de nuestra relación Dalma?
Mujer: (Aparte) Es como hablar con las paredes.
Hombre: ¿Qué hay de nuestra relación Deborah?
Mujer: Nada. No hay más. No me quedó. Se me acaba de terminar el pote. ¿Qué te puedo ofrecer, a ver? Excusas. Hay excusas. Eso sí. Por hache o por be siempre hay una excusa. Por eso me voy.
Hombre: No, no es por eso, es por jota y por ge.
Mujer: No. Es por ele y por te.
Hombre: No me gusta el té. No me gusta el té. No me gusta el té.
Mujer: es por equis e y.
Hombre: No. Es por  alfa y por pi.
Mujer: No. Es por vos y por mí. Por eso me voy.
(Pausa)
Hombre: No, no es por eso. Es por otra cosa.
(Pausa)
Mujer: ¿Qué insinuás, Brian?
Hombre: El otro día vino el monaguillo a las tres de la mañana y me lo contó todo.
Mujer: ¿Te lo contó todo… Roger?
Hombre: Sí. No te gastes Kate. No te hagas le que…. ¿Eh? No disimules más.
Mujer: Alan, yo te lo iba a contar...
Hombre: Tarde piáste, Winona. Yo me tomo el buque. Me las tomo. Me las pico. Me rajo. Me pianto. Me piro. Me voy. Me tomo el olivo. Me voy con la música a otra parte. Meto violín en bolsa y me voy cantando bajito. A mí, no me ves más el pelo. A otra cosa mariposa. Que te garúe finito. Si te he visto no me acuerdo. Chaupinela. Me voy a la miércoles. Este cuerpito se retira.
Mujer: Jonhattan... yo te lo iba a explicar... lo de mi hermano viene de hace años, ya cuando éramos chicos...
Hombre: Mirá Jessica, si vamos a sacar los trapitos al sol, yo tengo algunas cositas que contarte, cosas que me sé de muy buena fuente, de lo mío con el monaguillo, cosas que él mismo me contó, cosas que mejor no hablar.
Mujer: Eso, mejor no hablar. 
Hombre: Eso, mejor no hablar.
(El hombre toma una manija y la pasa de mano en mano dándosela a si mismo)
Mujer: Pará, pará, pará. Pará de darte manija.
Hombre: Vos mejor te quedás en el molde. (La mujer está metida dentro de un molde para tortas)
Mujer: No quiero (sale del molde, estira un brazo e intenta mantenerlo estirado y alejado del hombre que busca torcerlo)
Hombre: Dame
Mujer: No
Hombre: Dame
Mujer: No
Hombre: Dame
Mujer: No. No voy a dar el brazo a torcer.
Hombre: (Mueve la mano de forma extraña acercándola a su cuerpo) Mirá como viene la mano.
Mujer: (exhibiendo un objeto cuadrado) Esto no tiene ni pies ni cabeza.
Hombre: (exhibiendo un plato) ¡Qué plato!
Mujer: Mejor no hablar. 
Hombre: Eso, mejor no hablar.
(Pausa)
Mujer: Pensar que hay gente que se muere de hambre.
Hombre: Mejor no hablar.
Mujer: Esto es peor.
Hombre: ¿Esto es peor? ¿Te das cuenta de lo que acabás de decir? ¿Realmente te parece que esto es peor? De verdad te pregunto. ¿Peor que qué? ¿Qué hablar? Hablá, hablá, este es tu momento. (Lee el diario)
(Pausa)
Mujer: No no voy a hablar. No voy a hablar, no voy a hablar.
(El Hombre vuelve a leer el diario, pausa)
Mujer: Yo sé que vos querés que hable, sí, yo lo sé muy bien, pero no te voy a dar el gusto, decidí quedarme callada para siempre, no hablo más.
(El hombre vuelve a leer el diario, pausa)
Mujer: (Texto sujeto a la decisión de la actriz, pero que termina:) No hablo, no hablo, no hablo, no hablo, no hablo, no hablo…
Hombre: ¿Viste la noticia que salió en el diario hoy?: El otro día fue el fin del mundo. El martes. Qué barbaridad, esto es una cosa de locos (textos improvisados del actor construidos con frases hechas que termina:) es así nomás la cosa dijo Barboza…
Mujer: ¿Y qué te contó el monaguillo, que fue él el que mató al obispo?
Hombre: Pero... cómo se te ocurre semejante cosa, Astrud  
Mujer: Se me ocurre, Joao. También se me ocurre que quizá lo haya matado para quedarse con el dinero de la iglesia, planeando huir junto a su cómplice a alguna isla del trópico.  
Hombre: ¿Desde cuándo el monaguillo tiene un cómplice?
Mujer: Desde que no lo pudiste disimular, Lucas.
Hombre: pero... ¿Qué estás diciendo Clarabella, por favor?
Mujer: Cómplice y algo más, Elmer.
Hombre: ¿Pero Leticia cómo se te ocurre que yo pude haberme prestado a semejante barrabasada?
Mujer: No te prestaste, Barrabás, te regalaste.
Hombre: Yo te lo puedo explicar todo, Luisina. ¿Sabés que es todo esto? Son todas patrañas, calumnias e injurias inventadas por la prensa para destruirme, tenés que entender que en estos círculos hay muchos intereses creados. Hay mucha inmoralidad, Lucrecia, mucha falta de ética. Lo que yo te aseguro, es que sea quién fuere el que inició esta campaña de desprestigio, me las va a pagar, me las va a pagar, Yo te aseguro Etelvina que me las va a pagar. 
Mujer: Jurameló, Palmiro, jurameló.
Hombre: Te lo juro por la luz que me alumbra.
(La luz que los alumbra se apaga, quedan actuando a oscuras)
Mujer: ¿Ves? Te la iba a pagar y te la apagó.
Hombre: No, Ricarda, no es lo que vos pensás.
Mujer: Basta, Mónico, basta.
Hombre: Todos los hombres son iguales.
Mujer: Todas las mujeres son iguales.
Hombre: Todas las sombras son iguales.
Mujer: Todos los nombres son iguales.
Hombre: Todas las mujeres.
Mujer: Todos los hombres.
Hombre: Todas las sombras.
Mujer: Todos los nombres.
(La luz se enciende subrepticiamente, un chispazo de luz y luego vuelve la penumbra)
Mujer: Te diste cuenta que en todo este tiempo que estuvimos hablando no dijimos nada ¿Por qué será? ¿Será por eso?
Hombre: ¿Sabés que pasa? Que no sabemos quien empezó con todo esto, ni cuando empezó, ni cómo empezó.
Mujer: Me da miedo quedarme callada, es como si se derrumbara un mundo que nos llevó la vida construir.
Hombre: Pero si ya no tenemos nada más de qué hablar ¿Qué estamos haciendo?
Mujer: No sé. Pero no nos quedemos callados. Hablemos, hablemos de cualquier cosa. Es terrible este silencio. Es como la muerte.
(Vuelve la luz, festejan, encienden los electrodomésticos)
Hombre: ¿Me perdonás?
Mujer: No sólo te perdono, sino que además te creo.
Hombre: ¿Me creés?
Mujer: Más bien
Hombre: Menos mal.
Hombre y mujer: (a la vez) René.
Mujer: las simetrías, siempre las simetrías.
Hombre: ¿Por qué no nos podemos tocar?
Mujer: No es por lo que somos, es por el lugar que ocupamos.
Hombre: Es por las cosas que hay en el medio.
Mujer: Mirá lo que son las cosas.
Hombre: Por favor, Claudia*, perdoname.
Mujer: Basta Guillermo*, basta, me tenés harta. Sos un miserable, un pusilánime, un ser deleznable, un gusano.
Hombre: Por lo menos el gusano vive más que el hombre que se murió, vive adentro del hombre que se murió y se alimenta del hombre que se murió.
Mujer: ¿Quién se murió?
Hombre: el monaguillo
Mujer: ¿Se murió el monaguillo?
Hombre: El martes
Mujer: No lo puedo creer
Hombre: El otro día vino el obispo a las tres de la mañana y me lo contó todo.
Mujer: ¿El Obispo?
Hombre: Sí. 
Mujer: Me pareció haber escuchado otra cosa.
Hombre: No, qué va. Habrá sido idea tuya, deberías ir al ornitorrinco a hacerte un control, de vez en cuando.



* Nombres de pila de los actores

(Música celestial, cambio de luces, se apagan las que estaban y se encienden 2 grandes lámparas, una a cada lado de la escena, detención, cambio de tono, otro plano, los siguientes textos dichos a la vez)

Hombre:                                                        Mujer:
¿Qué es esto, Dios mío, qué es todo esto?     No hay más, se acabó.
¿Por qué a mí, por qué aquí?                          Dios santo, se terminó, se terminó todo, todo...
¿Por qué esta mancha en mi camisa?            ...se terminó todo el pan de manteca.
Mi camisa nueva Dios mío,                                                    ¿Y ahora qué hago?
esto es una verdadera tragedia,                                               ¿Y ahora qué hago?
¿Por qué me hiciste esto?                                                      Me quiero morir…                                                                         Mi camisa nueva y el martes tengo una junta…                   No, mejor me voy a matar

(Retornan al plano y tono precedentes)

Hombre: ¡Buscalo!
Mujer: Acá está (Encuentra un revólver)
Hombre: Helo ahí, Paulina, ahí lo tenés.
Mujer: (Toma el arma) Me mato, Norbert, me mato.
Hombre: ¿Qué decís, Julieta, por favor?
Mujer: Me mato, Romeo,  me mato.
Hombre: Está bien, matate. Pero primero matame a mí. O sino conseguime un quitamanchas.
Mujer: Me mato, Ramón, me mato.
Hombre: Dale, Adriana, dale.
Mujer: De verdad, me mato, Román, me mato de verdad.
Hombre: No tiene sentido, Ariadna, nada tiene sentido.
Mujer: Por eso me mato Omar, me voy a matar.
Hombre: Dale, ¿A ver? ¿A qué no te animás? Dale, disparate. (Lee un apunte)
Mujer: Me mato, Norman, de verdad, lo voy a hacer, me mato. (Se dispara, pero nada pasa).
Hombre: ¿Qué pensaste? ¿De verdad pensaste que te ibas a morir? ¿No te das cuenta que todo esto es una mentira, una infamia, una farsa? ¿Aunque sea por un momento creíste que el arma se iba a disparar? Pero haceme un favor, Norma, No me hagás reír…
Mujer: Volvimos a la normalidad, volví a llamarme Norma.
Hombre: (Lee) Norma: Regla que se debe seguir en alguna cosa.
Mujer: ¿Qué es esto? (le quita el apunte, se aleja de él y lee) Norma vuelve a la normalidad cuando vuelve a llamarse Norma. (Lee  en voz alta y al azar fragmentos del texto contenido en el apunte, que no es otro que el mismo que se está representando, que usted está leyendo y que yo escribo)
Hombre: ¡Norma, no! ¡No me llevés el apunte!
Mujer: ¿Así que a vos te gustan los textos fragmentados? ¡Mirá como te lo fragmenteo! (Rompe el apunte, entrega  uno por uno los fragmentos del texto al público)
Hombre: ¡Mi apunte! ¡Mi obra!
Mujer: No, ya no es más tu obra. Ahora es de la gente, ahora les pertenece a  ellos. (Al público, mientras sigue entregando los pedazos de texto) Tomen, interprétenla como quieran.
Hombre: (Llora)
Mujer: (Volviendo) Todo está como era entonces
Hombre: Estamos como cuando vinimos de España.
Mujer: La cosa no da para más.
Hombre: Mirá lo que es la cosa.
Mujer: Mañana será otro día, si Dios quiere.
Hombre: Dios dirá.
Mujer: ¿Qué dirá? ¿Qué?
Hombre: Mañana  será otro día… ¿Y?
Mujer: ¿Y qué?
Hombre: ¿Cómo y qué?
Mujer: Que qué me estás preguntando.
Hombre: ¿Cómo que qué te estoy preguntando?
Mujer: No entiendo.
Hombre: ¿Qué no entendés?
Mujer: La pregunta.
Hombre: ¿Qué pregunta?
Mujer: Hay una pregunta.
(Apagón)

FIN



Voz en off mientras se retira el público:    

Dedicamos este espectáculo a:
Norma, Rolando, Roberto, Romualdo, Margarita, Virginia, Raúl, Victoria, Viviana, Vanina, Estela, Bettina, Ricardo, Elvira, Fernando, Irma, Ignacio, María de los Angeles, Gerardo, Gualterio, Natalia, Osvaldo, Graciela, Solange, Bernardo, Bianca, Gervasio, Anastasia, Jesús, María, José, Eva, Adán, Susana, Alberto, Mirtha, Daniel, Abigail, María José, José María, Efraín, Stella Maris, Gladis, Juan Carlos, Mirna, Mariana, Alicia, Horacio, Humberto, Hugo, Héctor, Haroldo, Heriberto, Hilario, Hipólito, Heráclito, Homero, Hércules, Heber, Hildo, Hamlet, Hermes, Hermeto, Hansell, Gretell, Jean Paule, Naomí, Gertrudis, Raquel, Marisa, Iñaqui, Eleonora, Humprey, Ingrid, Julio César, Cleopatra, Alejandro,  Eduardo, Ayrton, Vladimir, Esther, Ruben, Yolanda, Adalberto, Haidée, Aníbal, Alanís, Roque, Nélida,  Rita, Penélope, Ulises, Judith, Edith, Ruth, Matías, Teresa, Geno, Kelly, Blas, Ada, Clara, Egberto, Cinthia, Groucho, Beatriz, Dante, Delia, Danilo, Dalma, Deborah, Brian, Roger, Kate, Alan, Winona, Johnathan, Jessica, Astrud, Joao, Lucas, Clarabella, Elmer, Leticia, Barrabás, Luisina, Lucrecia, Etelvina, Palmiro, Ricarda, Mónico, René, René, Claudia, Guillermo, Paulina, Norbert, Julieta, Romeo, Ramón, Adriana, Román, Ariadna, Omar, Norman y Norma.

GUILLERMO YANÍCOLA, ENERO 2004     
CORREGIDA, diciembre 2005.





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